Capítulo 19. Mi hermano

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-Es verdad todo lo que dijo Lucas- admite Juancho, sentándose en mi cama y resoplando.

Parece derrotado, como si realmente estuviera avergonzado por lo que ha hecho.

Sacudo la cabeza mientras me siento a su lado, y le pongo una mano sobre la espalda para comunicarle que lo apoyo.

-Me has defendido. Esto te hace honor.

Él niega con la cabeza.

-He sido un impulsivo. Cuando Scott y Alvin dijeron esas cosas sobre tu cuerpo, se me fue la cabeza. No me reconocí a mi mismo mientras los golpeaba. Quiero decir- se aclara la garganta, -me he metido en peleas antes, pero no enfrente de cientos de personas.

Era verdad. Cuando vivíamos en Key West, cada noche Juancho regresaba a casa con un rasguño diferente o un ojo morado, porque él y los de su banda se habían metido con alguien. Pero eso nunca había pasado con gente del instituto.

-¿Cuándo le vas a decir a papá de la suspención?-, pregunto, mirándome las manos.

Me siento en parte culpable de que Juancho actuara de esa forma con los amigos de Lucas, aunque, teóricamente, no tengo nada que ver.

Mi hermano se encoge de hombros y hace de todo para no mirarme a los ojos.

-No lo sé. Lucas me ha dicho que la carta de suspensión de la directora tardará unos días en llegar a casa, así que se lo comentaré entonces. Por ahora, es como si estuviera de vacaciones una semana.

Juancho entrelaza los dedos detrás de su nuca y se echa para atrás en mi cama, quedando acostado boca arriba. Parece haber recuperado un poco de su buen humor hablando de vacaciones.

-Oye, Juan, hay algo que no me acaba de cuadrar- admito, acostándome a su lado y sujetándome con un puño la barbilla.

-Revélame todas tus dudas, pequeña enana.

-¡Juan Camilo! ¡No me llames así!

Él me dedica una sonrisa angelical mientras dice en voz burlona: -Me lo ha enseñado el viejo Chris.

-El viejo Chris...

-Es mucho más simpático que tú.

-Eso no es muy difícil.

Ahogo una sonrisa mientras él asiente enérgicamente con la cabeza.

-Es cierto. Nunca he conocido a nadie que odie tantas cosas como tú.

-Lo sé. Soy buenísima odiando cosas.

-Como por ejemplo a los niños- Me pincha una mejilla con un dedo y yo intento atrapárselo, como se haría con un mosquito molesto, pero obviamente mis reflejos son lentos y no lo consigo -. O las quesadillas sin queso. O las pelis románticas. O los cuarzos de plástico. O...

-...o a los hermanos pesados.

Juancho me sonríe, y, cuando me acerco a su cara para apretarle la nariz entre mis dedos índice y corazón para que se quede sin aire, veo mi reflejo distorsionando proyectado en sus gafas de sol, tras los cuales seguramente se esconde un moretón.

De repente, me acuerdo de la pregunta que quería hacerle, y me muerdo el interior de la mejilla para no soltar bobadas mientras encuentro las palabras correctas.

Sin embargo, Juancho parece entender mis propósitos, y se adelanta diciendo: -Exactamente, pequeña enana. Yo también odio a las hermanas pesadas.

Entorno los ojos. Estoy determinada a preguntarle lo que tengo que preguntarle, y, aunque él cambie de tema, nada me va a detener.

Simplemente VanesaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora