Capítulo 40 'Reviviendo el pasado'

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Aitana

Cuatro meses después
En algún lugar de Oklahoma.

La vista que tenía desde mi ventana era perfecta, el lugar donde mi madre había crecido era completamente hermoso. Ella siempre me contaba que en su juventud muchas chicas se burlaban de ella por ser del campo, pero la realidad era que no lograba entender porqué, era claro que no se tenían los mismos lujos o tecnología que en una ciudad, pero con una vista como la que tenía frente a mis ojos en ese momento, no había necesidad.

—Aitana, cariño —Lolita entró a mi habitación después de tocar un par de veces la puerta.

Ella era mi abuela materna, una gran mujer con la que papá, el enano y yo habíamos estado viviendo en los últimos cuatro meses.

—Pasa, Lolita —le sonreí.

—He venido a ver si mi testaruda nieta ha encontrado un poco de la valentía que guarda —comentó mientras caminaba hacia la cama, apoyándose de su bastón.

Era una mujer de edad avanzada, y padecía una enfermedad que poco a poco se estaba llevando su vida, pero ella siempre se mantenía fuerte, o al menos eso era lo que siempre demostraba.

—Aún no lo llamo —confesé al sentarme al borde de mi cama.

Después de todos los meses que habían pasado, aquella tarde iba a atreverme a hablar por videollamada con Tobías. No había perdido contacto con él por completo, al menos una vez por semana hablábamos a través del móvil, pero esa ocasión era diferente porque vería de nuevo su rostro..., un rostro que extrañaba con fervor.

—Aún recuerdo lo que era tener tu edad —se sentó a mi lado—. El amor de juventud es tan profundo que te marca para toda la vida.

—Dígamelo a mí —expresé con ironía al bajar la mirada.

—En tu caso es diferente, Aitana —tomó mi mano, compartiendo la calidez de la suya—. Atravesaste por algo que ninguna chica debería pasar —me sonrió con compasión—. No puedo ni imaginar todo lo que sufriste... no había día que no rezara por ti y no sabes cuántas ganas tenía de estar a lado de tu padre y apoyarlo con todo esto, después de todo, yo sé lo que es perder a una hija —mis ojos se empañaron con lágrimas ante la mención de madre.

—Tal vez su enfermedad no le permitió subir a un avión, pero sé que papá contaba con su apoyo.

—No fue lo mismo, hija, pero hoy ya es algo que ha quedado en el pasado porque estás aquí..., con vida gracias a tu fuerza y a Tobías, por supuesto —sonreí ligeramente—. Cariño, sé que ya lo sabes, pero tengo que recordarte que estás perdiendo el tiempo... tiempo que podrías aprovechar con ese chico.

Era claro que Lolita tenía razón. El dejar a Tobías había sido sólo por buenas intenciones, pero esas mismas intenciones me estaban torturando porque todo lo que quería era estar a su lado, yo no quería alejarme de la persona con quién más me sentía segura y amada, pero si no lo hacía, hubiese estropeado sus planes, su futuro por puro egoísmo.

—No me siento lista para viajar a Seattle, además, ni siquiera sé si la propuesta de Tobías sigue en pie.

No habíamos vuelto a tocar ese tema desde aquel día en la casa del lago.

—Pues sólo tienes que llamar y preguntar —besó mi frente al ponerse de pie—. En cuanto termines, te espero abajo para preparar la cena. Tu padre no debe tardar en llegar.

—Claro, Lolita —nuevamente le sonreí antes de que saliera de mi habitación.

A los pocos segundos, tomé un profundo suspiro para desvíar la mirada hacia mi ordenador. Tenía un poco..., bueno, demasiada ansiedad por verlo, así que sin pensarlo más, me puse de pie y me acerqué al escritorio para volver a sentarme frente a él.

Aitana al acechoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora