Deseo humano

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Eran las cinco. Hannibal acaba de despedir a su último paciente. Falta media hora para que llegue Anthony, si es que venía.

Por supuesto que vendrá, se dice. Lleva días persiguiéndome, encontrándome de casualidad donde sea que vaya. No faltará a la cita.

Hannibal lleva uno de sus trajes de tres piezas. Hoy, antes de salir de casa, se aseguró de verse más presentable que de costumbre. Hasta su esposo Will se había dado cuenta.

- ¿Has quedado?, le preguntó.

- Solo con mis pacientes, querido. Como cada día.

Había sido tan natural mentirle. Will no había dudado en creerle, y él le respondía traicionando su confianza.

Si se entera, se dice. Y no seré yo quien se lo diga. Dos golpes en la puerta de su consulta le arrancan de sus pensamientos.

- Hola, Hannibal.

- Pase, Anthony.

El apuesto joven deambula por el despacho. Qué recuerdos le traen esos movimientos, cuando su ahora esposo también paseaba por su consulta. Hannibal se acomoda en su sillón, dejando vacío el que tiene enfrente.

- ¿Tienes más pacientes hoy?

- Sólo usted. Estamos solos.

- ¿No te echará de menos tu dulce esposo?

- Lo hará. Todo lo relacionado con él es asunto mio, no lo menciones.

Anthony lo considera una amenaza. Le excita. Decide que mejor que el sillón frente Hannibal, es más cómodo y cercano sentarse sobre él, sus piernas alrededor del doctor y mirándose cara a cara.

- Te deseo, Hannibal.

Toma su cara y lo besa tan apasionadamente que el sillón se tambalea por el impulso. Hannibal responde al beso agarrando de la cintura al que parece va a convertir en su amante. Ninguno de los dos pierde el tiempo, Hannibal se ve despojado de su chaqueta y su camisa mientras Anthony clava sus uñas en su pecho, lamiendo cada parte de su él. Hannibal desgarra la camisa del joven y con manos hábiles desabrocha el cinturón de su pantalón.

- Voy a follarte tan duro que olvidarás su nombre.

Hannibal sonríe, se pone en pie con Anthony rodeando su cintura con las dos piernas. Los coloca a ambos en el escritorio, Anthony totalmente a su merced. Hannibal se quita rápidamente sus pantalones y se coloca encima de él, frotándose como un animal en celo. Los pantalones de Anthony están manchados ya, sus bóxers deben estar empapados. Intenta incorporarse pero Hannibal vuelve a empujarlo sobre la mesa.
Ojalá Will me deseara así. Ojalá volviese a hacerlo. Tanta pasión contenida hace que Hannibal se desinhiba, desaparecido está su autocontrol. Arranca el pantalón y la ropa interior de Anthony, abre el cajón superior del escritorio y deja a mano el lubricante que ha traído hoy consigo.

Anthony toma la cabeza de Hannibal y la dirige con urgencia hacia su ya duro miembro, Hannibal lo toma con su boca desesperado, haciendo que con rápidos movimientos llegue enseguida al orgasmo.

- Date la vuelta. Ahora.

Agarra el lubricante y echa una cantidad considerable en el agujero de Anthony. No piensa prepararlo, su cabeza no está para contemplaciones. Toma su propia polla y folla a Anthony duramente. Éste grita, se agarra a ambos lados de la mesa, sus piernas tiemblan mientras repite el nombre de Hannibal.

- Hann..ibal. Hannibal... más.. rápido. Duro.

Hannibal levanta un poco al joven y apoya su fuerte mano en su hombro. Se inclina hacia adelante y clava sus dientes en la clavícula, haciendo gritar más aún a Anthony. Sus movimientos rápidos no decrecen, está metido hasta el Fondo. Nota que la polla de su amante vuelve a estar dura, pero no hace nada. Después es su turno, está tan lleno de calor y de deseo que va a montarse sobre Anthony en cuanto acabe con él ahora.

Diferentes gruñidos salen de su boca, va a c~rrerse enseguida.

- Más rápido, más rápido.

Así sea. Como un animal, Hannibal empuja, sale y entra desesperado. ¿Pensará en Will? Su orgasmo llega con la misma intensidad que él mismo se ha ofrecido: duramente, rápido, una explosión de deseo humano. Su semen cae entre los muslos de Anthony.

Quiere más. Da media vuelta al cuerpo de Anthony, su pene en su máximo esplendor, echa lubricante sobre su propio agujero y se sienta encima de él. Los dos hombres ahora sobre la mesa, aguantando un peso más que considerable.

- Móntame salvaje.

Hannibal sonríe.

- No sé hacerlo de otro modo.

Anthony coge la cintura del doctor y lo empuja hacia su miembro repetidamente. La mesa cruje ante el vaivén, ninguno de los dos lo oye inmersos como están en su placer mutuos.

- ¿Te... gusta?

- Cállate y fóllame. Sé rudo.

Con la fuerza que todavía le queda, Anthony rueda sobre si mismo. Agarra de las muñecas a Hannibal y las coloca sobre su propia espalda. Contemplar al doctor en esta posición es algo que nadie debería olvidar jamás.

- Eres todo mío.

- Sólo ahora. Sólo ahora.

- No voy a dejarte escapar.

Anthony embiste a Hannibal tal y como él le ha pedido, duro, fuerte, descontrolado. Carne, sudor, jadeos y algún que otro grito llenan la consulta de Hannibal. La consulta que antes pertenecía a Will, pues sólo con su esposo se había desatado en ella. Ya no les pertenecía a ambos, había roto eso.

Los dos hombres llegan a sus orgamos con poca diferencia. Tiemblan. Anthony hace un amago de besar a Hannibal cuando se separan.

- No. Límpiate, vístete y vete.

Le pasa unas toallitas que también ha traído junto con el lubricante. Él mismo se limpia. ¿Olerá Will el semen de Anthony en su piel cuando llegue a casa?

- Ha sido...

- Vete, Anthony.

- ¿Cuándo...?

- Mañana. A la misma hora.

Anthony sonríe. Hannibal cierra la puerta cuando se va.

¿Pero qué he hecho?

Corazones Rotos (COMPLETA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora