Llévame a casa

654 77 19
                                    


Cuando Hannibal, desolado, regresa a casa, lo primero que hace es meterse en la ducha e intentar bañarse por sí mimo. Está congelado, su corazón en su pecho ha parado tras el rechazo de su esposo. Llora desconsolado mientras el agua cae por su cuerpo, por su rostro, intentando limpiar todo lo que acaba de vivir.

Will, por el contrario, al dar marcha atrás con su coche, no se queda en casa, no quiere permitir que Hannibal venza. Debe seguir adelante mientras sea capaz de hacerlo. Llama a Frederick y le cuenta lo ocurrido. Fred, siempre atento con Will, va a buscarlo con su propio coche, dejando de lado su trabajo y acudiendo en ayuda de su amado.

- Vayamos en mi coche todos los días, Will. Por seguridad. ¿Quieres?

- Sí, por favor, ha sido desagradable...

- ¿Cómo se lo ha tomado Hannibal?

- ¿Tú qué crees, Fred? Ha sido..un golpe duro para él.

- Debes ser fuerte. Lo superará.

Will no está tan seguro de eso. Sabe cómo es su marido respecto a la posesividad que siente por él, sabe que el encuentro de hoy va a ser sólo el primero. Que Fred le acompañe al trabajo será un alivio para él, Hannibal será menos proclive a cruzarse con Will si Frederick está en medio.

Los días pasan, las semanas. Hannibal vuelve a trabajar y el vaivén diario de pacientes le obliga a centrarse en el ahora. Pero su mente, sea como sea, regresa a Will. No ha sabido nada más de él, ¿estará bien? ¿Habrá empeorado? ¿Habrá...muerto?

Hace días intentó contactar con Will igual que hizo la primera vez, pero Chilton lo acompañaba. Tanto en la ida a su trabajo, como cuando Will acababa, Frederick se convirtió en su sombra.

Al menos no está solo, se dice Hannibal. Y automáticamente se reprende ante tal pensamiento. No quiero que esté solo, quiero que esté conmigo.

¿Siente amor Hannibal por su esposo? ¿O son ya las cenizas de lo que una vez hubo, y él mismo intenta revivir obligándose a ello?

Anthony se mudó definitivamente a su casa, aquel día que al llegar de trabajar vio a Hannibal llorando en la cama, abrazado a la almohada. No podía dejarle solo, ni tampoco quería hacerlo. Cuidó de él lo mejor que pudo y que Hannibal le permitió, pues era una persona orgullosa. Sus heridas físicas sanaron rápido...las internas todavía no lo habían hecho. Delante de Anthony Hannibal estaba bien, había momentos que hasta bromeaba. Una ligera sonrisa, un abrazo espontáneo, un beso fugaz que se sabía era fruto del amor que sentía por él.

¿Qué había cambiado entre ellos?

El sexo. Anthony lo tiene claro. Hannibal era ahora salvaje, sus momentos de pasión se llenaban de sangre, moratones y rudeza. Anthony lo soportaba, por él, pero estaba asustado. No por el acto en sí, no por que al día siguiente le costase levantarse de la cama al tener todo el cuerpo dolorido: estaba asustado por Hannibal. Por esa rabia que guardaba en su interior y salía a borbotones en la cama, siendo Anthony el afectado, por decirlo de algún modo. Sabía que Hannibal no se sobrepasaría de ahí y, aun así, deseaba que las cosas volviesen a estar como antes.

- ¿Estás bien? – le preguntó un día, magullado.

- Sí...¿por qué?

- Te noto...diferente.

- Todos somos diferentes día tras día, Anthony.

- No seas demagogo, ya sabes a lo que me refiero. El sexo...

- Pararé, si no te gusta. Es más, puedes irte a casa cuando quieras.

Hannibal se levantó en ese momento, y no volvió a dirigirle la palabra a Anthony hasta que éste, al llegar a media tarde del trabajo, fue directamente hacia él y lo abrazó.

Corazones Rotos (COMPLETA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora