dagas retorcidas

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Pensar en ti es un suicidio.

Es encerrarme en mi propia comodidad, aun sabiendo que nunca podré salir.
Te conozco: tus gestos, tus manías, tu corazón, y por mucho que lo odie tengo un vínculo contigo, y como con todas las cosas con las que establezco un vínculo, no te quiero dejar ir.

Estoy atrapada en el pasado, en los recuerdos y las ilusiones, en las promesas que aún tengo la esperanza de poder cumplir.

Y es reconfortante, tengo que admitir. Es lo que conozco, lo que he aprendido, los nudos que ya nada ni nadie puede deshacer.

Encuentro confort en lo que ha pasado, porque no se puede cambiar. Es estable, seguro.

A veces siento que ya no quiero ir más allá, no quiero vivir, eso supone ocasiones donde hago el ridículo, situaciones en las que lloro o en las que me hieren, e incluso en las que hago daño a los demás.

Estoy satisfecha con lo hecho hasta ahora... ¿No lo puedo dejar aquí?
Es más, ¿no puedo volver atrás? Me gustaría volver a esos momentos, cada día lo pienso como si fuera un mantra, con la esperanza de que la repetición valga para hacerlo realidad.

Quiero reír y bailar y hacerlo tan mal que me pregunten si voy borracha.
Quiero ser otra vez el centro de atención. De tu atención.

Quiero que me toquen y me susurren y me acaricien con la convicción de que les pertenezco.
Quiero ser la nada, como una medusa que solo se mueve por la tracción de las olas.
Que me usen como un hombro para llorar y para desquitarse, y más si eso significa recibir la rabia de los demás, que la descarguen en mí y, una vez más, volver al confort que me produce la violencia.

Porque no es más que eso, es sentir atracción por el caos y las cosas mal hechas, pues no puedes hacerlo peor de lo que ya está.
No puedes cagarla.

Una relación construida en cimientos rotos, como una casa que el viento caprichoso puede derrumbar en cualquier momento.

Desearía volver al momento donde las relaciones no tenían nombre y las personas no me hacían sentir culpable por ser yo misma.
Deseo tu presencia.
Echo de menos que todo estuviera mal, porque se sentía erráticamente bien.

Volvía a casa cada día esperando vivir un día más, impaciente por ver que deseaba el destino de mí.

Entiendo ahora que estoy condenada a vivir una vida monótona, atrapada en los recuerdos que mi mente se tortura en retorcer, que se clavan como dagas en mis brazos, mi cabeza y cada noche en el corazón.

Entiendo ahora que te quiero, te quiero porque te quise y si más no, te amé.

懐かしさ
-lunn🍓

heridas, poesía (1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora