vueltas al sol

18 2 2
                                    

¿Y mi infancia?

Dónde quedaron los momentos donde hacías bromas sobre que el vino en tu mano cada noche era tan solo "zumo para adultos" o que al decir palabrotas me tapabas los oídos con las manos, como si ese fuera un método infalible para aislarme del mundo de las personas mayores, de las sombras arruinadas de una realidad que yo no debía hacer conocido tan pronto.

Dónde hemos dejado las noches en las que hacíamos maratón de Tom y Jerry y que, como si de un truco de magia se tratara, aparecía cada mañana tendida en mi cama al haberme quedado dormida en el comedor.
"¡Pero me dormí en el sofá! ¿Cómo puede ser?"

Las miradas suplicantes que te hacía para que me permitieras una galleta más y que tú, con un suspiro de quien cede por infinita vez, te rendías con tu frase famosa de "Pero esta es la última, ¿vale?".

Cuándo substituimos los baños calentitos de invierno por gritos que no me dejaban más remedio que taparme yo los oídos, para ver si surgía el mismo efecto de cuando lo hacías tú por mí.
Cuándo empezamos a tratarnos como desconocidos que tan solo habitan bajo el mismo techo.
Y qué pasó después.

En que momento fue, que las sonrisas y las esperanzas de ser una familia feliz y estructurada se envenenaron como una manzana que se pudre, que se pudre desde dentro.
Cuando fue que, en un giro no tan dramático de los acontecimientos, tú y mamá os posicionasteis en lados opuestos del tablero de ajedrez, librando una batalla que durará para siempre.

Por qué carretera inglesa circulábamos cuando decidiste rendirte, abandonar mi aprendizaje y mi curiosidad. Por qué me dejaste sola ante un muro de dudas que yo sola no podía derrumbar.
¿Por qué, si el muro media lo mismo que tú?
Tú, que solo tenías que levantar los talones para ver más allá, optaste por condenarme a una vida sin saber, a una vida atrapada en una infancia que ya no tenía la oportunidad de vivir.
Me arrebatasteis de una niñez que luego me devolvisteis en pedazos.

Pero los dejaste ahí, los envolviste en una caja de regalo color verde con la esperanza de que, al abrirlo, el interior subsistiría intacto.

Y el muro, el muro creció y creció y de él salieron tentáculos que amenazaban la poca integridad que me quedaba.
A veces estoy convencida de que se llevó partes de mí que jamás me va a devolver: Un pulmón, algunos dedos, más no los de la mano derecha o no podría escribir, se llevó una oreja y me dejó recreando noches estrelladas en el ático de mi corazón.
¿Mi corazón? ¿Te lo llevaste también?

Seguro que me dejó mis piernas, más te dio igual porque no podía volver a ti, tú no estabas para acariciarme el pelo y susurrarme que me entendías, que no pasaba nada, que asustarse era normal y que ese monstruo que ni una forma definida poseía vivía en cada uno de nosotros, y que mientras tú estuvieras ahí todo estaría bien.

Nada estaba bien y tú no estabas ahí.

Hay quien dice que su niñez ha sido arruinada, pero yo protesto contra esa afirmación, pues la infancia se arruina cuando se vive, y una vez pasada no es más que un cajón más en la memoria de nuestra alma.

Me digo a mí misma que estoy mejor y que apenas quedan rastros de lo que una vez fue una rutina, una dolorosa y agobiante rutina llamada niñez, infancia.

Siempre te he culpado, ¿sabes? Te he pintado como el malo de la película y, a falta de mejor expresión, le he dado al monstruo tu cara.

Pero lo cierto es que el tormento que librabas contra tu interior, el que te alejaba de mí, te hizo invisible.

Las personas viven mientras alguien las recuerda, y en mi infancia no hay recuerdos de ti, apenas.
¿Significa eso que estás muerto?

No, no lo creo. Significa que vives a partir de ahora, al menos en mí; significa que todos los recuerdos que tengo de ti empiezan en mi adolescencia, una en la que ya no nos herimos con palabras que no sentimos. En la que he llegado a una madurez dolorosa por la que tú no pasarás jamás.

Una adolescencia donde tú has dado sesenta vueltas al Sol.
Y yo, pese al dolor y a las lágrimas y con la consciencia llamándome hipócrita, estaré a tu lado por el resto de tus vueltas, y tú estarás por siempre en todas las que me queden a mí.

Feliz cumpleaños, papá.

Hoy 26 de enero es de hecho el cumpleaños de mi padre y, si más no, es una relación difícil la que nos une.
Pese a todo he aprendido a quererle, y estoy intentando sanar más de un corazón a la vez.
Este es el mejor resumen que puedo hacer de ello por ahora, ¡gracias por leer!
-lunn🍓

heridas, poesía (1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora