cercanía cruel

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Y justo cuando pensaba que ya no podía ser peor.

No pensé que nunca regresarían las agitaciones y las mejillas rojas; los tartamudeos o las miradas avergonzadas, incapaces de mirarte a la cara y que descubras la dolorosa verdad que pretendo esconder:
Me gustas, y ahora soy consciente de ello.
Y me duele.

Es un dolor familiar, uno que conozco muy bien, el que me llena el pecho y me nubla la vista de lágrimas. A este no soy capaz de ignorarlo.

El amor es muy potente, es una energía que nos une de mil formas distintas, más no entiendo que me une a ti.

Pero duele saber que no puedo disfrutar de tus bromas sin ser juzgada y que no sentirás jamás lo que yo siento por ti.
Porque es un amor tan incomprendido que está destinado a vivirse solo.

Y mirarte es una condena, porque me recuerda que el amor es finito, efímero, que en un pestañeo podrías desaparecer de mi vida y no volver jamás.

Y, sin embargo, prefiero que siempre sea así, que permanezca tan cuál como está, que lo que sea que tenemos no se pierda nunca.
Ojalá estés ahí siempre.

No literalmente, pero deseo que el recuerdo de lo que tenemos ahora sea lo que me acompañe en la memoria.

Por favor no dejes de mirarme, de hacer bromas, por favor no acabes con el dolor que sé que tengo que sentir.

No termines una condena a la que me someto voluntariamente, una condena que las personas más atrevidas llaman amor, y que para mí es tan solo un infierno más de los que estoy obligada a sentir y vivir y llorar.

No te quiero, te anhelo.
Te anhelo como quien anhela un dulce; uno que lleva deseando tanto tiempo que es imposible de olvidar. Hasta que se consigue.
Te anhelo porque no eres mío, más no quiero que lo seas jamás o lo que tenemos quedaría en un recuerdo triste de adolescentes impulsivos.
Te anhelo porque estás lejos, más no te atrevas a acercarte.

-lunn🍓

heridas, poesía (1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora