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     Su mirada no se despega de mí, y es ahí, cuando comprendo que él también me reconoció

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     Su mirada no se despega de mí, y es ahí, cuando comprendo que él también me reconoció. No sé que debería hacer, si acercarme a él, o simplemente ignorarlo. 

     Joaquín ve que no me muevo, y sigue con sus ojos la dirección de mi mirada, y por el suspiro que sale de su boca, me doy cuenta que él también lo reconoció.  Mi amigo intenta alejarme de allí, tomando mi brazo con más fuerza, pero logro zafarme de su agarre y me siento nuevamente. Miro la copa vacía enfrente mío, y Joaquín se acerca para hablarme.

―¿Nos vamos, si querés?―me pregunta mi amigo.

―¿Por?

―Lo viste, no te hagas la tonta―me dice mi amigo, y lo miro y le saco la lengua, a lo que él me sonríe de nuevo. 

 ―Quedémonos―le digo, convencida de mis palabras. Yo no hice nada malo, y Cho debería disculparse por haberme dejado con la palabra en la boca. Aunque entiendo que no tiene ninguna obligación de hacerlo. Somos adultos y deberíamos hacernos cargo de nuestras decisiones. Joaquín me arrastra nuevamente a la zona de baile, y esta vez no opongo resistencia, sino que me dejo llevar.

      La música está tan alta que es imposible escuchar nada más que el sonido de la canción más famosa de Bizarrap que suena en el lugar. Me siento eufórica y feliz, debe ser el champagne que tomamos hace unos minutos, pero me siento libre y alegre. Joaquín a mi lado no para de moverse y bailar. Sus movimientos me sacan una sonrisa, y le agradezco que siempre intente levantarme el ánimo.

"El 9 de Corea" Cho Gue-sungDonde viven las historias. Descúbrelo ahora