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—Ven, conejito— llamó Ron, agarrándote con las manos desde tu cama. Era tan adorable que no tuviste otra opción que darle una sonrisa afectuosa y levantarte de tu escritorio, dirigiéndote hacia él.
Te desplomaste en la cama a su lado y te acurrucaste contra él, con tus pechos apretados, mientras sus brazos se escabullían alrededor de tu cintura para acercarte increíblemente más.
—¿Puedo ayudarte?— Preguntaste bromeando, moviendo su cuerpo en un esfuerzo por sentirse cómodo contra él.
—¿Acaso no se me permite solo querer abrazar a mi novia?— el disparó de vuelta, apretándote más fuerte.
—Está bien, pero sabes que estoy ocupado en este momento— le recordaste suavemente, pero en verdad ni una sola parte de ti quería levantarse de la cama. Podrías quedarte envuelto en sus brazos para siempre.
—Solo un minuto— dijo perezosamente, sin importarle en el mundo si estabas ocupada o no. Solo quería abrazar a su chica.
Finalmente te acomodaste, cómoda, cálida y segura en sus brazos, pero una vez más él se movió, haciéndote rodar sobre tu espalda.
Lo siguiente que supiste fue que Ron estaba besándote por toda la cara. Comenzó con tu frente, descendió por el costado de tu cara y llegó a tu nariz, y finalmente aterrizó en tus labios. Su rastro de besos cortos te hizo reír, pero se interrumpió cuando tiró de ti para darte un beso suave y lento.
Tus labios se movieron juntos con gracia, como si los dos se hubieran estado besando durante siglos. Todo el amor que sentías por él se estaba derramando, tal como el suyo se estaba derramando en ti. Fue un beso que no necesitaba palabras, pero cuando Ron se apartó, las dijo de todos modos.
—Te amo mucho, conejito— te dijo, agregando otro beso a tu nariz solo por si acaso, lo que te hizo reír de nuevo.
—Yo también te amo, Ronnie— respondiste, todavía luchando contra tu interminable ataque de risa por su suave comportamiento.
—Ahora vuelve al trabajo, mi chica ocupada— dijo, dándole un suave empujón a tu cadera para tratar de convencerte de que volvieras a tu tarea.
Dejaste escapar un gemido ante la idea de siquiera levantarte de la cama y tomaste una decisión rápida de la que probablemente te arrepentirías más tarde.
—No más trabajo. Solo voy a acurrucarme— dijiste, acariciando tu rostro contra su pecho.
Él soltó una risita y te miró con cariño, depositando otro beso en un lado de tu cabeza. —Estoy empezando a pensar que soy una mala influencia.— .
