Caminábamos en silencio, una al lado de la otra.
-Que bien que hayas visto a Alicia. -Rompí el silencio-.
Bastante había aguantado mordiéndome la lengua.
-Sí-.
-Estaba muy guapa-.
-Sí, lo estaba-.
-Debe de ser bonito, volver a veros-.
-Sí, me ha encantado verla, hacía mucho que no la veía. -Respondió con sinceridad-.
-Ya...-.
-Mira ahí están. ¡Alba!-.
La voz de la madre y la abuela de Natalia hicieron que frenásemos las dos a la vez.
-Necesitamos a Alba. -Habló María-.
-Uy no, no... Mejor me voy con ella. -Señalé a la morena-.
-No te preocupes. -Habló la abuela acercándose a nosotras. -No habrán strippers, ni cánticos en el bosque. Te lo prometo-.
Me agarró las manos y tiró de mi cuerpo. Alejándome de la morena.
Natalia comenzó a carcajearse allí, viendo como su madre y su abuela me arrastraban por aquel pueblo desconocido.
Caminamos por las calles del pueblo. Subimos un par de cuestas, y al fin accedimos a uno de los bloques de allí.
Al leer lo que ponía en el cartel, supe de lo que se trataba aquella escapada.
Simplemente me dejé llevar.
-De verdad es increíble. Mi madre me hizo ese vestido a mano. Y lo cosió aquí mismo, en el año Veintinueve. Todo vuelve a ponerse de moda-.
-Estoy abrochándolo. -Respondí tras el biombo donde me encontraba-.
-Oye, no te preocupes por la talla. Que la abuela es la mejor modista que hay en Alaska. -Habló María-.
Cogí una bocanada de aire, y salí de allí.
-Muy bonito. Un pelín ancho por todas partes, pero me gusta-.
-¡Ay! lo siento, es que yo soy más pechugona, y estaba preñada, cuando me casé. -Comenzó a mirar la zona del pecho. -Bueno, a ver si te encontramos las tetas. Por que es como buscar un tesoro-.
-Se me habrán encogido con el frío de Alaska. -Le seguí el rollo-.
-Estaba pensando... Que quizá... -Habló María. -Os podríamos visitar en las vacaciones. ¿Qué dices?-.
-Oh, claro... Estaría muy bien... -Respondí mientras ambas mujeres cogían las medidas del vestido con alfileres. -O, podríamos venir nosotros también-.
-Sería fenomenal. -Contestó María. -Me haría mucha ilusión. -Se emocionó. -Voy a preparar el té mientras la abuela termina-.
María se retiró de nuestro lado, dejándonos a la abuela y a mí a solas.
-El vestido te va a quedar, perfecto. Pero ahora te falta el toque especial-.
Se separó de mi cuerpo, se acercó hasta una mesa de madera, donde había una máquina de coser, y barios bártulos más de costura.
Abrió una pequeña caja de madera, sacó un delicado collar y me lo colocó con delicadeza.
-Es de la familia, desde hace ciento cincuenta años. -Su mano viajó hasta mi cintura y nos miramos a través del espejo-.
-Abuela, es precioso... Pero yo no...-.
-Calla, aún no he terminado-.
-Lo siento. -Me disculpé-.
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Kairós 「Albalia」
عاطفيةAlba es una poderosa y estricta editora de gran éxito de Nueva York, que por un problema con su visado, de repente se enfrenta a ser deportada a Canadá, su país de origen.