noventa y siete

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La señora Yang se había encerrado en su cuarto y sus lamentos se escuchaban si pasabas cerca de la puerta.

Heeseung quería hacer lo mismo, pero pensando en que debía ser fuerte para hacer sentir mejor a Jungwon, borró sus lágrimas camino al cuarto.

Al abrir la puerta, encontró a Jungwon, envuelto en una toalla para que su húmedo cabello no mojara su pijama, tenía la mirada baja y perdida.

El pelinegro alzó la vista cuando entró, mirándolo con sus lindos y brillantes ojitos.

Y Heeseung quiso llorar de nuevo.

Con lentitud, se sentó sobre la cama donde Jungwon dormía, el chico se irguió un poco, sentándose de piernas cruzadas junto a el.

Heeseung tomó la mano de su novio, besando su torso, una sonrisa penosa apareció en sus labios.

--- ¿Por qué no me dijiste? --- preguntó Heeseung, su voz sonó ronca, algo rota, Jungwon bajó la vista, supo que ya no podía esconderlo.

--- Tris-te... --- dijo, bajito, señalandolo ---. Como ma-.

El labio de Heeseung tembló con ganas de llorar.

--- Jungwonnie, hay cosas, que por más triste que sean, deben saberse --- murmuró.

Jungwon negó, paradeó varias veces para despejar sus lágrimas que comenzaban a crecer en sus ojos, aunque eso no impidió que comenzara a llorar.

--- No... quiero --- murmuró ---. Yo q-quiero ser fe-liz, s-sin de-cir eso, s-sin pen-sar eso... --- habló entre sollozos e hipidos.

Y Jungwon se rompió, desbordando en lágrimas.

Heeseung lo abrazó con fuerza, como si así pudiera arreglar las cosas, acomodando a Jungwon contra su cuerpo.

--- Jungwon... tú mereces toda la felicidad del mundo --- murmuró el rubio, carcomido por la injusticia

Mute [Heewon] ¹Donde viven las historias. Descúbrelo ahora