Mute [Heewon] ¹

cien

Heeseung apenas dejó a la señora Yang abrazar a su hijo, ya que quería a Jungwon sólo para él.

Lo mimó tanto que el pelinegro se había rendido en su intento para apartarlo, dejando que Heeseung lo abrazara constantemente, que acariara su cabello y dejara besos en todo su rostro, sus manos o su cuello.

Jungwon se sentía muchísimo mejor, su cabeza era una molestia que sólo sentía si se ponía a pensar en el dolor, los medicamentos que le habían dado estaban funcionando.

Por más que su tía Loon insistió que se quedaran, Jungwon quería irse, quería regresar a su casa, ir a la escuela y pasar el rato con sus amigos, todos los estudios lo habían puesto de mal humor y quería alejarse de Busán lo más pronto posible.

Así que luego de la última cena, a modo de celebración y una cómoda noche de descanso, volvieron a Seúl.

No quiso dormir, en cambio, se quedó escuchando música con Heeseung, mirando por la ventana durante todo el camino.

El rubio golpeó un poco su brazo para que lo mirara, Heeseung señaló al cuaderno sobre sus piernas, girandolo un poco hacia él.

No sabía en qué momento lo había sacado, Jungwon casi no lo usaba, salvo en ocasiones donde se sentía muy cansado por hablar y quería decir algo bastante largo, fuera de eso, el cuaderno estaba casi olvidado.

Se inclinó para enfocar la vista en lo que Heeseung había escrito.

"¿Te he dicho que tengo suerte de tenerte?".

Jungwon sonrió, alzó la vista hacia él, asintió, Heeseung volvió a escribir.

"No me cansaré de decirlo".

Heeseung tomó su mano, entrelazando sus dedos, dejando un suave beso en la pequeña mano de su mano.

--- Soy muy afortunado de tenerte --- murmuró, Jungwon apenas lo escuchó, casi le había leído los labios.

Heeseung sonrió al ver el sonrojo en las mejillas de Jungwon, y le hubiera besado allí mismo de no ser por la presencia de los padres del menor a un menos de un metro de ambos.

--- Tampoco me canso de esto --- murmuró el rubio, tomando la lapicera de nuevo, trazando unas líneas con algo de torpeza.

Jungwon sintió la calidez florecer en su interior por lo que veía, un lindo y algo torpe dibujo de una mano haciendo una seña, con el dedo pulgar, índice y meñique extendidos.

Lo miró con ternura, tomó la lapicera de su mano para escribir junto al dibujo.

"Te amo".