Recuerda Cuando... (COMPLETA)

Acto 3

Acto 3

Era temprano en la mañana y Dean aún no había decidido qué frac se pondría.

 —Maldita ropa antigua— murmuró el cazador para sí mismo mirando las cinco opciones diferentes sobre su cama: —Me siento mejor sabiendo que eliminaremos las opciones de solo una camisa— resopló y se dio la vuelta para encontrar Elga mirándolo desde la puerta.

—Creo que el color bordavino te quedaría bien— dijo con una sonrisa cariñosa, y se fue.

Dean parpadeó, ¿A caso sus murmullos eran demasiado audibles? El nerviosismo de encontrarse con Castiel le brotaba por todos los poros.

¿Nerviosismo dijo? ¡Él no estaba nervioso, en absoluto!

Estos eran solo dos viejos amigos dando vueltas, yendo a pescar juntos.

No era una cita. Esta definitivamente no era su primera cita con su interés amoroso. 

Dean tomó el frac bordavino y se puso el sombrero. Sonrió complacido cuando vio su reflejo en el espejo.

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Dean llegó a la residencia de Novak y Cas ya lo estaba esperando. El ángel se veía impresionante. Dean sintió que se le oprimía el pecho y que le era difícil respirar al tenerlo tan cerca y sonriente.

—Mi esposa nos preparó unos sándwiches— sonrió Castiel, mostrándole una canasta a Dean: —Ella hace los sándwiches más deliciosos de todos.

Dean sonrió. ¿Cas estaba dispuesto a mencionar a esa mujer todo el día? El cazador hizo una mueca.

—¿Está listo, Sir Winchester?— preguntó Castiel y Dean solo asintió.

Una vez dentro del carruaje, Dean no podía dejar de mirarlo. Castiel observaba el paisaje a través de la ventana y de vez en cuando mencionaba algo sobre el clima, los árboles y la brisa, y lo único que Dean podía responder era con una sonrisa tonta o murmurando.

—Por favor, llámame Dean— finalmente rompió el hielo entre ellos. Conocía a este hombre, pero era muy difícil hablar con él libremente en este momento.

Castiel sonrió cuando escuchó a Dean decir esas palabras:

—Y tú puedes llamarme Emmanuel...

—Prefiero llamarte Cas , si me dejas— Dean fijó sus verdes con el ángel, el hombre parecía dudar al principio, pero luego asintió.

—Por supuesto... así es como me llamaste en Crimea, ¿verdad?— preguntó Castiel, bajando su mirada a sus propias manos en su regazo. Dean vio sus largas pestañas.