¶¶¶Capítulo 4 ¶¶¶

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—¿Yugi?. -El mencionado sobresaltado se alejó de su toque. —Perdón, no quise asustarte pero te noté nervioso y triste. ¿Estas bien?

—Maestro Atemu... Es decir Señor Atemu.-Le de mayor edad le miró frunciendo el ceño. —Lamento interrumpir en su trabajo, estoy bien gracias por preguntar.

—¿Estas buscando a Malik y Odion?. -Preguntó esta vez notando como miraba de reojo hacia la construcción donde estaban los trabajadores.

—N-no... Solo quise pasar por aquí...

El mayor abrió los ojos sorprendido y se cruzó de brazos mientras se quitaba su gorra para el sol.

—Vaya, no pensé que quisieras hacernos una visita ¿O acaso quieres verificar nuestro trabajo?. -El menor negó nervioso. —Tranquilo, solo bromeo... ¿Hoy no traeras el almuerzo a tus primos?

—E-eh... Creo que no podré... -Habló apretando las cuerdas de su mochila, lo cual fue notado por el mayor.

—¿Retomaste tus estudios?. -Apoyó su espalda en el tronco del árbol. —¿Yugi...? ¿Por qué tiemblas?

El tricolor de ojos amatistas no se percató que había empezado a temblar y a soportar sus lágrimas. Se abrazó así mismo con un intento de sonrisa mientras negaba con su cabeza.

—E-estoy bien, n-no se preocupe Señor Atemu. -Retrocedió un poco más. —D-debo irme...

Yugi se dió media vuelta para irse bajo la atenta mirada rojiza de Yami, quien le observaba algo preocupado y confundido a la vez por su actitud que no era normal en el menor.

El de ojos amatistas se alejó de allí y al dar la vuelta en la esquina no pudo evitar dejar que sus lágrimas caigan.

En ese corto tiempo que convivió cada vez que le llevaba el almuerzo a sus primos, siempre lo saludaba y conversaban cortos minutos pero aún así entablaron una buena amistad, una que extrañaría mucho. El tricolor de ojos rojos se volvió un buen amigo suyo, a pesar de la diferencia de edad podía conversar sin ningún problema sobre cualquier tema especialmente de juegos de mesa debido a que era un hobbie que ambos compartían.

Ambos habían contado un poco de sus vidas, Yami conocía el nombre de Rafael pero nunca lo vio solamente las descripciones y relatos del menor, por lo contrario, sabía que el hombre tenía una esposa que incluso conoció un día cuando ella le había ido a llevar el almuerzo. Era una bonita mujer de cabello rojizos y hermoso cuerpo, conversaron solo un par de veces e igualmente conoció a sus dos hijos, la mayor de cabellos verdes tenía 18 casi 19 y aún estudiaba, el otro de cabellos morado y negro tenía 16 años y también estudiaba.

Tenía miedo de que el adulto le juzgará, a pesar de que últimamente era algo común ver embarazos a temprana edad, aún no le había contado que era parte de ese porcentaje pequeño donde existía algunos hombres bajo el nombre de doncel podían generar vida. Temía su reacción, no quería que un buen amigo que le tenía estima le rechazara y creyera que era un fenómeno por poder concebir.

—Debo irme... -Se subió en un bus que lo llevaba al centro de la ciudad.

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—¿Y Yugi?

—¡Abuelo! ¿Qué haces aquí?. -Se puso nerviosa ante la presencia del mayor.

—Vine a dejar un nuevo juego a Yugi, se me hizo extraño no verlo afuera con las flores. -Señaló una de las actividades favoritas del tricolor. —¿Dónde está?

—Está arriba... Pero abuelo, tengo algo que contarte sobre Yugi. -Suspiró cansada y le indicó que se sentara. —Bueno... No se como lo vayas a tomar, sé muy bien cuanto cariño le tienes pero...

—Hija dejate de rodeos y dime que ocurre con mi pequeño. -Solomon frunció el ceño con un mal presentimiento.

—Yugi quedó en cinta. -Lo soltó. —Y no quiere decir quien es el padre.

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El tricolor soltó un pequeño estornudo mientras bajaba del autobus en una de las paradas del centro, observó su alrededor e intentó recordar los lugares.

Su pequeño barrio, casi a las afueras de la ciudad, no se comparaba en nada con esos grandes edificios del centro ni aún más el bullicio que se producía.

Leía cada letrero mientras caminaba despacio hasta que sintió como a su nariz llegó un delicioso aroma, su mirada se dirigió a la panadería que estaba un poco más adelante y de donde venía aquel olor.

—Pastel.... -Se acercó a la vitrina donde aparecía un pastel recién hecho y el aroma del chocolate y las fresas llegaba a su olfato. —No, concéntrate Yugi.

Se alejó de aquella deliciosa tentación y procedió a caminar entre la gente, se sintió un poco fuera de lugar por sus prendas de vestir, ya que era muy diferente a la vestimenta de las personas del centro.

—Concentrate, a lo que vine... -Se topó con una institución grande, donde algunos estudiantes salían y les miró imaginando como sería si hubiera continuado con sus estudios.

Como la mayoría de adolescentes que vivía cerca de las afueras de la ciudad, eran de pocos recursos por lo cual tuvo que empezar a trabajar en varios lugares para ayudar con el dinero en casa. Aún iba a limpiar las cosas que algunos vecinos que estaban fuera por motivos de viaje y les tenía encargado la limpieza del lugar.

—Oh es cierto... -Recordó lo que iba a hacer y retomó su camino. —Creo que era por aquí... Hace tiempo que no vengo por estas calles.

Observaba fijamente las calles y sus letreros buscando algún indicio que se le hiciera conocido, hasta que lo encontró, aquel buzón rojo en la esquina era parte de sus recuerdos cuando fue allí de niño. Giró hacia la izquierda y pasó una gran tienda y luego al horario a la derecha observó la hermosa y bien cuidada casa que buscaba.

Se acercó nervioso y buscó el timbre, algo indeciso lo apretó para luego escuchar un pitido junto a una voz.

¿Sí? ¿Quién es?. -La voz de un joven se hizo escuchar.

—H-hola... Soy Yugi, perdón por molestar Valon. -Respondió apretando las cuerdas de su mochila, luego se escuchó un pitido para luego el sonido de pasos acercándose y abriendo la puerta con rapidez.

—Yugi...



Hola mis pervertid@s!
Espero les guste este capítulo.
La próxima semana no actualizaré ya que se conmemora un mes desde que mi padre falleció por lo cual no estaré disponible.
Espero lo entiendan y me tengan paciencia.
Les adoro, nos vemos nwn


La historia de un amor imperfectoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora