Fin

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Una vez leí un libro, el cual la protagonista decía que en china el número cuatro significaba mala suerte, supongo que es verdad, porque son las cuatro de la mañana y me he despertado por la misma pesadilla de siempre. Me gustaría que mis noches no fueran tan Wattpad. Lo peor es que mi vida también lo es, soy heredera del trono, tengo depresión y sufro de soledad. Ojalá poder escapar de todo esto, dejar todo atrás e irme, que mi cuerpo se quede aquí y yo me vaya al infierno o al cielo. Me da igual. Pero no puedo, el miedo me lo impide, el miedo a la muerte me ahoga como las nubes lo hacen al sol.

Mi madre entra con celeridad a mi habitación y hace que me sobresalte en la cama. Tiene en la mano unos papeles que me resultaban muy familiares, cuanto más se acerca me doy cuenta de que voy a tener la charla que tengo cada dos por tres.

-Ya se que me dijiste que no querías, pero te he encontrado...

-Te llevo diciendo que no quiero desde hace más de dos meses mamá, y todo este tiempo me dices que has encontrado psicólogos aun mejor que los anteriores.

Me siento un poco mal por cortarle y se que no debería interrumpirla, pero ir a terapia sería como admitir que tengo un problema, y en silencio está bien decirlo, sin embargo en voz alta me niego a hacerlo.

-Ya se que no quieres, Mel pero lo más probable es que tengas alguna enfermedad mental- me dice suspirando. Y si mi madre no sabía que ya estaba informada de lo que tenía. Justo cuando mi padre murió comencé a tenerle ansiedad a la muerte, a sentirme sola en cualquier parte, tenía muchos bajones y ataques de ansiedad también. Así que hice muchas búsquedas y pregunté a gente que sabía sobre esto y acabé descubriendo lo que me pasaba.- Has estado demasiado tiempo sin ánimos, tus ganas de comer y dormir han cambiado un montón. Tus sonrisas, tus ganas de escribir, tu "egocentrismo" lleva sin aparecer lo que aparezco yo en un gimnasio.

Mi risa fue apagada por mis ganas de gritar. Me encantaría gritarle que a lo mejor si no estuviera con la presión de ser reina tal vez podría estar curandome y no haciendo reuniones en las cuales la gente me saca veinte-treinta años. Me gustaría poder decir eso pero si no ocupaba el puesto de mi madre Ink (el reino) se volvería loco, mi madre ya llevaba cuatrocientos años en el trono y no se podía reinar más de ese tiempo. Podía llegar a desatarse la guerra por conseguir conquistar. En vez de decir eso decidí callarme y ser valiente.

-Esta bien- mi madre me mira con cara inaudita- No me mires así, que aun cambió de opinión.Ahora que he accedido vamos a poner condiciones; comenzare cuando ya haya sido coronada es decir en 2 meses y serán 1 vez cada dos semanas, no más.

Puede que la frase fuese muy típica pero de verdad sentía que me había quitado un peso de encima. Ahora había que esperar a que mi madre le pareciese bien lo de cada cuantos días la sesión.

-Se que no voy a convencerte de nada diferente, así que te dejo en paz y voy a tirar todas estos papeles a la basura porque ya sé a cual vas a ir.- dicho esto salió de mi habitación y yo me comencé a vestir para prepararme para otro día depresivo.

Las hojas comenzaban a caer, había pasado un mes desde que accedí a ir al psicólogo. Sabía que todavía quedaba un mes pero mi barriga no lo entendía, tenía la barriga hecha un desastre, casi no me cabía la comida. Cuanto más se acercaba el día de la coronación y más se acercaban las terapias, menos comía, menos dormía, menos salía de mi cuarto. Hasta que llegó el día, no voy a mentir después de que pusieran la corona en mi cabeza ya no me acordaba de como había sucedido.

Hoy comenzaba mi primera sesión y ya estaba sentada en frente de mi nueva psicóloga.

-Hola Mel. Ay te llamas miel en mallorquín.- Su cara dulce me hace muy difícil no poder quejarme de ella- Me encanta, ¿quién te lo puso?.

-Mi Padre- le contestó más tímida de lo normal- No quiero sonar borde pero cuanto antes comencemos mejor.

Creo que entendió que no quería perder el tiempo. Nunca lo admitiría a nadie, pero la sesión no había estado mal, creo que hasta me comenzaba a gustar Sofia (la terapeuta).

Iban pasando las semanas y me iba sintiendo mejor. Los días estaban bañados en tonos pasteles, había comenzado a llevar vestidos más coloridos y mis ánimos subían mientras la soledad aminoraba. Ya casi no iba a terapia, iba solo una vez al mes, se podría decir que estaba curado, pero sabía que en cualquier momento podría volver a tener.

Eran las cuatro otra vez, era raro que me hubiese despertado ya no me solía pasar, me había despertado vacía y unas ganas de tirarme por la ventana me carcomía por dentro, no se como pero mis piernas habían tomado su propio control y me guiaban hacia la gran ventana de mi habitación, tampoco se como pero mis piernas se impulsaron y antes de llegar al suelo me arrepentí.

Porque no somos gatosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora