Altura

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Después de sentarme en el muro que separa las dos partes del techo consigo ver el parque, puedo ver la gente caminando, los toboganes,los árboles corpulentos e impotentes. Consigo ver el sol reflejado en las persianas que todavía no han abierto, donde detrás de ellas hay personas que no han salido de su profundo sueño o que se resguardan del sol amenazante y un tanto intimidante.

Si te fijas mucho puedes ver las siluetas de las personas, gente que ya está preparando la comida con sus familiares, o que preparan su té y su libro, o se disponen a escribir lo que sea que se les va pasando por la cabeza.

Las tejas de la casa de dos pisos (el cual ha estado allí desde que veia las cosas en blanco y negro) estan cubiertas por una capa de suciedad marron y negra, menos algunas que estan como nuevas y tienen un color naranja suave. Al ponerme de pie consigo llegar a ver la otra parte de la casa, las tejas están igual que las que están giradas hacia mi. Y la acera está llena de muchedumbre paseando, pocos de ellos parecen que no tienen donde ir, otros van con la cara tensa y a un ritmo rápido como si les hubieran acabado de hablar los hombres grises, mientras que algunos van con las manos en los bolsillos y a un paso lento y despreocupado.

Aunque hay muchos que seguramente están sumidos en estrés aun siendo domingo, yo estoy tranquila y sumergida en una paz inaudita. El viento que ayer y anteayer era rojo y gris hoy es blanco y celeste, hoy está lleno y satisfecho y va pasando de vez en cuando.

El césped falso que tengo al lado lo veo real, lo veo alto y verdoso como unos ojos verdes. El blanco manchado de los edificios de al lado lo veo bonito y reluciente bajo la mirada del sol, parece que lo acaban de pintar hace nada. El color oxidado del muro no me molesta, no lo encuentro grosero, no me produce nada, no me molesta como lo habría hecho si fuese otro día cualquiera.

Más allá de todo esto puedo distinguir las montañas ( altas, bajas, frondosas y peladas) donde por encima están las nubes voluminosas que parecen que cuelgan de hilos invisibles, y que en cualquier momento pueden caerse hacia abajo, estas mismas crean sombras encima de las montañas, y hacen que parezcan vacas con sus manchas negras. Y los espacios donde hay huecos entre árbol y árbol son como espacios entre las letras de una carta.

Los apartamentos que están detrás del parque tapan las vistas de la montaña, me producen tremendas ganas de quitarlas con mi propia mano desde aquí mismo, ya que se ven tan pequeños y mi puño tan grande, parece que puedo estrujar los con una sola mano. Me siento poderosa, me siento la reina del mundo ahora mismo.

Ya han pasado las dos, las tres, las seis, comienza a oscurecer y el gris de las persianas se esconden en la oscuridad de la noche, el blanco de los edificios se apagan y las montañas desaparecen. Las farolas se encienden y ahora todo ha cogido un tono acogedor. La gente que veo ahora va con chaquetas mucho más gruesas, hasta algunos van con bufanda, muchos comienzan a meterse las manos en los bolsillos de los pantalones. En las casas comienzan a encender las luces, para que no les engulla la noche lóbrega. Las nubes descansan en frente de la luna cóncava, mientras ella se esconde detrás de estas como un niño abrazado a las piernas de su madre.

Las estrellas comienzan a aparecer, comienzan a brillar y a decorar el cielo entero, comienzan a acompañar a la luna. Aparecen cada vez más, y se vuelven mucho más claras cuanto más tiempo pasa, y al no llegar tanto la luz de las farolas se ven mejor, seguramente más de lo que se puedan ver desde las aceras.

Las nubes ya no tapan la luna y puedo ver como hay un circulito de luz alrededor de ella, un poco como las luciérnagas, aunque esta es más bonita que cualquier otra luz. Esta es la que miramos cuando nos sentimos actores en una película, o cuando te sientes melancólico y necesitas sentirte calmado y comprendido, esta es a la que le hablamos porque en los libros lo hacen, esta es la que le preguntas a cualquier persona y te dira que es linda y bella.

El sonido de un búho comienza a sonar, el ruido de los coches se calma y el silencio favorable comienza a aparecer. Ya casi no hay gente cerca de las ventanas ni en las aceras. Ha llegado la hora de irse a descansar y a dormir hasta mañana.  

Porque no somos gatosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora