Querida Emma:
No se si te acuerdas, pero sabes aquel verano que estuvimos viviendo en el piso de los abuelos porque estaban reformando el nuestro, pues estoy en la habitación donde estuviste durmiendo. Si, esa misma, en la que tuviste un impulso de algo que no pensabas que fueses a tener nunca, estoy en esa misma, porque aunque ese día pensaste ambas sabemos que este siempre será nuestro sitio favorito de toda Mallorca. Me gustaría estar aquí por otras razones y no porque me vuelva a sentir como cuando teníamos diez y pico años. Sabes cuando nos solíamos sentir solas, como si nadie estuviera, y cuando ese sentimiento se juntaba al sentir que nos estábamos perdiendo algo importante, algo que aunque supiéramos que no nos iba a afectar de ninguna manera, aún necesitábamos saber, pero supongo que lo peor era que tampoco estaba pasando nada. Fuera era lo mismo de siempre; gente caminando, palomas que se desesperaban por la mínima miga de pan y demasiadas personas que ya tenían la botella de un litro de Mahou en la mano.
Bueno, volviendo al tema, estos mismos sentimientos han vuelto, me atrapan como un agujero negro cuando llego a casa, y cuando salgo del piso con Fauto (mi perrito), pienso que se van ha ir con cada canción que tarareo, pero no, salir solo me hace querer llorar como mi sobrina de dieciséis meses, me hace querer envolverme en una sábana y comer galletas de lotus con un helado de haagen dazs de estas mismas galletas. Un dia de estos en los que estás acurrucada en tu sofá mirando "catch me if you can" (solo porque piensas que tu película favorita te va a hacer sentir un poco mejor), y acariciando a tu perro al mismo ritmo que la película, me acordé de ese verano en el estábamos en la habitación del quinto piso, me acorde de como cada vez que salimos de esas cuatro paredes era como si todas las palabras de los libros se nos derrumban encima como la espuma del café cae en el líquido amargo y sabroso. Lo único que teníamos que hacer era entrar en ese cuarto y admirar esas horribles vistas que calmaban de una manera que no se podía explicar, era como si un carterista te robara los pensamientos con la misma agilidad que usa para quitarte la cartera.
Así que aquí estoy, he venido desde Londres solo para poder entrar en esta habitación, he traído una bolsa entera de comida y dos mudas de ropa, aunque he tenido que ordenar la habitación entera porque estaba llena de polvo y de trastos sin usar desde que pare de intentar pisar siempre el mismo color en la acera, pero ha valido la pena, y como encima también he cambiado las sábanas he podido tumbarme boca arriba mientras comía un collac de fresa, hasta he puesto canciones que escuchaba cuando tenía tu edad, solo para conseguir sentirme lo más joven posible, solo para conseguir sentir que no tengo ninguna responsabilidad, para conseguir sentir que solo soy yo y el carterista de las emociones.
Si te digo la verdad, no sé qué coño estoy haciendo. No se porque te estoy escribiendo, ni siquiera estás viva, no eres más que cenizas. Normalmente la gente le habla a su futuro yo, pero así somos no, bueno ahora que lo pienso creo que debería decir así soy yo. Supongo que escribirte me hace sentir que aun soy una niña pequeña, porque eso significa que tengo toda una vida por delante, pero la verdad es que tengo setenta y dos años y tengo cáncer, si cáncer. Desde que me enteré del maldito tumor comencé a sentirme sola, muy sola. Hasta que me acordé de esta habitación, ahora gracias a esto, ya no me siento sola, ya estoy bien, sinceramente no siento nada.
Desde este momento hasta el último, soy tuya.
Emma