Perdóname

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Para cuando Melanie abrió los ojos ya era de día. Pensó que seguramente se había quedado dormida mientras lloraba. Si no la habían despertado, significaba que su hermano todavía no había llamado. Pulsó el botón para llamar a la enfermera y ella se presentó en la habitación unos minutos después.

— ¿Desea algo señorita West?

— Me gustaría saber si mi hermano ha llamado.— preguntó aún sabiendo la respuesta.

— No, lo siento. ¿Desea que lo llamemos?

— Sí, por favor.

Después de haber descansado Melanie estaba mucho más tranquila. Ahora sólo podía pensar en cuándo iba a poder ver a su hermano. Sabía que no podía ser impaciente, que él estaba muy ocupado, pero sólo quería conocer la fecha aproximada. Después de todo ambos se lo merecían.
Así pues,  la sorpresa de Melanie cuando su hermano entró por la puerta fue bastante grande.

— ¡Greg! — No pudo contenerse y saltó de la cama a darle un enorme abrazo  olvidando sus múltiples magulladuras. — Auu...

— Hola, Mel. — dijo él dulcemente.

—  Creía que tenías que arreglar lo del... Ya sabes... testamento... de papá. — Decía esto mientras Greg le ayudaba a volver a su cama a duras penas. Parecía que en lugar de mejorar se había entumecido al dormir.

— Sí, bueno... El testamento ha resultado ser mucho más sencillo de lo que yo pensaba. No ha habido demasiadas reparticiones. — Hizo una pausa, pero prosiguió al ver el rostro interrogante de Melanie. — Significa que papá se lo ha dejado todo a pocas personas. En realidad, sólo a dos.

— ¿A quien? — Melanie trataba de repasar mentalmente todas las personas de confianza de su padre las cuales fueran capaces de llevar un negocio.

— ¿No lo sabes? — dijo con una expresión casi de compasión  mientras se sentaba en el borde de la cama. Melanie negó con la cabeza. — A nosotros, Mel. Papá nos lo ha dejado todo. O por lo menos me lo ha dejado a mí hasta que tú cumplas la mayoría de edad. Supongo que pensaba que para cuándo llegará su hora ambos estaríamos ya capacitados para llevar el negocio. Somos los dueños de toda la empresa.

Melanie no sabía qué decir o hacer. Se había quedado muda. Sabía que su padre confiaba en ellos, pero, ¿Tanto como para dejarles la empresa? De pronto se encontró con su futuro hecho y decidido.  Cuándo cumpliera la mayoría de edad sería la jefa. Así de simple. Greg, que conocía a su hermana, le intentó tranquilizar de inmediato.

—  No te preocupes, Mel. Todavía te quedan unos años para decidir. No tienes porqué hacerte cargo de la empresa. Hasta que seas mayor de edad, yo seré quien tome las decisiones. Después de eso, y si prefieres responsabilizarte, podemos arreglar el papeleo para que pase a ser totalmente mía. — Después de oír eso, Melanie respiró tranquila durante unos instantes antes de que su hermano prosiguiera con el discurso . — Así que podrás continuar con tus estudios en Inglaterra de momento hasta que...

— Espera, espera.—Lo cortó bruscamente. — ¿Cómo has dicho? ¿Me ha parecido oír Inglaterra? ¿Pretendes que me vaya de aquí  sin más?

— Melanie, es lo mejor para ambos, y también para la empresa.

— ¡Me importa un comino la empresa! ¡No voy a dejar mi instituto! ¡Mis amigos! ¡Mi vida!

— Ahora esa empresa es tuya, no deberías hablar así de ella. Y podrás hacer nuevos amigos en cualquier instituto de Inglaterra. Piénsalo, Mel. Míralo como una oportunidad de empezar de cero juntos, dejar atrás los malos recuerdos. Además ahora soy el jefe.

— ¡Puedes ser el jefe desde aquí! Papá lo hacía...

— Papá podía hacerlo porque me tenía a mí allí, Mel. ¿O acaso no recuerdas cuando no estaba nunca en casa porque tenía que viajar tan a menudo a Inglaterra? Si papá vivía aquí era sólo por mamá. Y si yo trabajaba allí era sólo por papá. Así que ahora te pido que vengas conmigo. Y te pido que lo hagas por mí.

Melanie apartó la vista hacia la ventana.  Ese día llovía como si no hubiera un mañana.  Las nubes eran cada vez más oscuras y no dejaban pasar la luz del sol. Era casi irónico. Era como si el cielo se hubiese vuelto un espejo que reflejaba exactamente cómo se sentía Melanie. Desde el accidente parecía que nada funcionaba, nada iba bien, todo iba de mal en peor. Cerró los ojos y respiró profundamente antes de volver a mirar a su hermano mientras una pequeña lágrima rozaba su mejilla.

— Esta bien. Iré.

— Gracias. Sabía que entrarías en razón si te lo explicaba. — Greg le secó la mejilla.  Le afectaba verla así, pero no tenía opción. — Tengo que irme, pero volveré esta noche a buscarte.  Me encargaré de que todas tus cosas estén allí cuando llegues. Nos vemos después. — Le dio un beso en la frente y se levantó con intención de marcharse, pero al llegar a la altura de la puerta se dio la vuelta. — Mel...

— ¿Sí?

— Perdóname.

Melanie le dedicó una sonrisa amable y una mirada triste y volvió a dirigir su atención hacia aquella ventana oscura.  Aquella ventana que parecía entenderla mejor que todas las personas que había a su alrededor. Y fue entonces cuando tomó una decisión.

Cuándo su hermano volvió seguía lloviendo, pero ahora las nuves dejaban pasar algunos rayos de luz provenientes de la luna llena que reinaba esa noche. Emitían suficiente luz como para iluminar la oscura habitación de hospital y la nota que esperaba por Greg encima de la cama en lugar de Melanie:

"Perdóname".

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