Sólo soy una cobarde

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Aquella mañana después de que su hermano se fuese, Melanie le pidió a la enferma que le preparara un cambio de ropa para estar presentable cuando volviera a recogerla, y que le consiguiera algo de papel y boli para poder anotar lo que recordaba del accidente y así quizás podría rellenar ella misma las lagunas. La enfermera aceptó con una sonrisa y le proporcionó lo que le pedía una media hora después. Acercándose la tarde, se vistió y dejó sus zapatillas cerca de la cama. Después de eso esperó. Esperó a que le sirvieran la comida y comió. Esperó a que el doctor le leyera su historial médico y le recetara unos analgésicos. Esperó a que la enfermera acabara su turno. Y entonces, dejó de esperar.


Escribió "Perdóname" en un pedazo de papel, se levantó y lo dejó sobre la cama después de estirar la sabana. Sabía que lo que estaba haciendo no estaba bien y no quería que su hermano pensara que le había pasado algo, aunque aquéllo tampoco se lo garantizaba. Se puso sus zapatillas, cogió su chaqueta, que colgaba de aquel pequeño armario blanco, y se la puso mientras se aventuraba al pasillo, después de asegurarse de que no pasaba nadie de quien preocuparse. Tenía que irse antes de que llegara la siguiente enfermera. No había tiempo que perder.


***


- ¡¿Dónde está?! ¡¿Qué significa esto?! - Greg gritaba desesperado con la nota de su hermana en la mano. - ¡¿Se puede saber cómo es posible que haya desaparecido y que nadie se haya dado cuenta?! ¡¿Qué clase de seguridad tienen aquí?! ¡Si le ha pasado algo juro que denuncio al hospital!

- Tranquilícese, señor. - La enfermera trataba de calmarlo aunque también se la veía nerviosa. - Esto es un hospital, no una cárcel, no estamos pendientes 24 horas al día de lo que hacen nuestros pacientes si se encuentran en un estado estable. Miraremos las grabaciones de seguridad. Eso sólo podrá decirnos qué hizo mientras aún estaba en el hospital, pero al menos sabremos cuándo y cómo se fue.


- Está bien.- dijo Greg lo más tranquilo que pudo en esa situación. Después de todo, era un hombre de negocios, sabía mantener la calma, pero Melanie era su hermana, y ahora, su única familia. Si el pasara algo jamás se lo perdonaría. - Vayamos a verlas. Tengo que encontrarla.


***


Melanie caminaba por la calle con la capucha puesta, la cabeza gacha y las manos en los bolsillos. Aún llovía lo suficiente como para calarla hasta los huesos si no se daba prisa en llegar a su destino: el comedor social. Era domingo, así que apenas habría dos personas atendiendolo, pero disponía de refugio y comida, y también de una sala no muy grande, con algunas camas, que a veces prestaban a los sin techo. No es que Melanie pretendiera quedarse allí para siempre, pero de momento era suficiente. Quizás pasaría allí la semana y esperaría a que Rosa llegara a hacer su turno para pedirle quedarse en su casa hasta que encontrara algo. No, pasar allí cinco días era muy arriesgado. Su hermano la encontraría en seguida. También necesitaba conseguir un trabajo nuevo. Obviamente no iba a repartir panfletos en su propia empresa, y tampoco pagaban lo suficiente como para ganarse la vida de ello. Estaba en su último año, y al ser un instituto público estaba pagado desde principio de curso, así que podría sacarse el título, pero tenía que encontrar un trabajo qué cuadrara con los horarios. Claro que, si seguía llendo al mismo instituto, su hermano sólo tendría que irla a buscar allí, pero no quería abandonar sus estudios, y ella no podría costearse sola la matrícula. Tampoco podía pedirle a Rosa que se hiciera cargo de algo así. Ella tenía cuatro hijos, y ella y su marido tenian que mantenerlos con sus sueldos de cocinera y de cartero. Por supuesto, lo de ir a casa de Judith estaba completamente descartado. Sus padres llamarían a su hermano y la vendría buscar de inmediato.


Melanie se paró en seco en mitad de la calle. De pronto se dio cuenta de que no lo había pensado tan bien como ella creía. Su plan tenía tantos agujeros que si intentara usarlo de paraguas se empaparia igualmente. Trató de mantener la calma, pensar en algo, pero lo mirara por donde lo mirara, era imposible que se las arreglara sola. Sintió como si algo se rompiera dentro suyo, y las lágrimas comenzaron a brotar de sus ojos. Estaba acabada. Y no podía hacer nada para evitarlo. "Sólo soy una cobarde." Pensaba. "Sólo soy una estúpida cobarde incapaz de hacerle frente a sus problemas."


- ...¿Melanie? - Le dio un vuelco al corazón.


Se giró hacia aquella voz masculina deseando con todas sus fuerzas que no fuese su hermano. No podía haberla encontrado tan rápido. Se negaba a creerlo.


Y allí estaba. De pie, con un paraguas azul enorme en una mano y una bolsa de plástico en la otra. Un chico alto de cabello negro, desliñado y con los ojos de un castaño claro enternecedor, mirándola completamente atónito y sin saber qué hacer o qué decir.


- Eres Melanie ¿No? - Insistió al no obtener respuesta.


Melanie lo miraba con lágrimas en los ojos, un poco aturdida. De todas las personas, nunca habría dicho que se encontraría justamente con él.


- Mike...

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