Freedom [Rol de Discord]

10. Cuarto de Chiaki Nanami II

Sus ojos recorrieron el cuarto, notando la ausencia de ambas. Enoshima empezó a buscar por todos lados por si se escondieron, en vano.

—Más les vale no haberse ido con alguien de mi clase...

No tardó tanto, literalmente la tenía a unos simples pasos de la suya. Su entrada al cuarto fue ruidosa, sin embargo, quedó en absoluto silencio al notar otra presencia en el lugar.

Se vio curioso al ver la figura frente suyo mirándole fijamente, de arriba a abajo. Makoto tiro una mirada retadora, maldiciendo en sus adentros al confirmar que sí, no tendría un maldito descanso. Sonrió con sorna.

—Dicha del destino el encontrarte nuevamente en mi camino, ¿o no, Enoshima Junko?

—¡Ay, qué bueno es verte, Ma-ko-to! Escucha, quiero pedirte un pequeño favor... —lo tomó del cuello y lo dejó contra la pared.

—¿P-pequeño favor? —titubeó, posando sus manos en la muñeca de la chica—. ¿Y cuál es, Enoshima? ¿Sexo?

—¡Mejor aún! Tú me dices dónde la dejaste y el delegado sale vivo.

El muchacho la miró de arriba a abajo, incrédulo por su declaración.

—Y... ¿de que me serviría tener a ese cejotas? ¿Qué me diga todo el puto reglamento de lo que se hace o no? Por favor, Enoshima...

—El hecho de que te pienso dejar encerrado con el cuerpo pudriéndose para que te mueras intoxicado. Háblame, ¿dónde dejaste a Nanami?

—Eres tan tierna, como siempre... —gruñó—. ¿Qué te hace pensar que yo la tengo? Podría tenerla hasta Kamukura si quisiera.

—Porque cierta IA, con su escándalo en la iglesia cercana te delató.

—Sabía que debía destrozarla a basura esa... —escupió, mirando mal a la mujer—. ¡Jódete, Enoshima! ¿La quieres? Anda al puto muelle, desnúdate y tírate al agua contaminada de ese lugar para buscar su miserable cuerpo —dijo, sarcástico.

—Aw, ¿en serio crees qué me creo eso de qué la mataste? ¿A la chica que te volvió blandito? Qué tierno, pero no estoy de humor para bromas —le dio la vuelta, dejándolo de espalda contra ella, agarrándola de la nuca—. Tengo otra idea, tú me dices dónde la dejaste y yo no te haré lo que le hice. ¿Trato?

—Eres una maldita hija de... —se mordió la lengua para no soltar su maldición, no sabía si eso podría empeorar las cosas—. Qué sigas haciendo estas estupideces, ¿eh?

—Para que andes tan abierto a insultarme o no debes de tener idea aún de todo lo que le hice o quieres que te haga.

—No lo sé, ¿tú que crees?

—Quieres que te haga lo mismo.

—Lo que quiero es que me sueltes... pero dado que no será así, te diré donde anda.

—Bien, dilo.

—Está... en la habitación de Kamukura.—Bien, ahora vámonos —sosteniéndolo del cuello, le puso unas esposas.

—... Ugh. Bien —rodó los ojos.

—Bien, ahora, ¡vámonos!

—Claro... —la guía a la habitación de Kamukura.

No lo soltaba bajo ninguna circunstancia.