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||𝖢𝖺𝗅𝗆𝖺 𝖽𝖾𝗌𝗉𝗎𝖾́𝗌 𝖽𝖾 𝗅𝖺 𝗍𝗈𝗋𝗆𝖾𝗇𝗍𝖺||
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𝗦𝘁𝘁𝗲𝗳𝗮𝗻𝘆:
Había dormido muy bien esa última noche, llegué a la conclusión de que retener todo no me estaba haciendo bien; ni para mi ni para nadie. Al recapitular los sucesos pasados me doy cuenta de que yo si quería decirle, pero como siempre, no hay ilusión más grande que el miedo.
Me enfoqué tanto en mi propio bienestar que nunca miré lo que eso podía causar en la vida de Cristian; incluso en la de mi hija. Y sin darme cuenta estaba creando falencias en la vida de Melanie que yo misma prometí no hacer; yo no quería que lla tuviera una familia como la mía.
Tuve una de estas mismas decaídas cuando me mudé a Buenos Aires con la esperanza de comenzar una nueva etapa de mi vida. Después de salir de Belgrano; ya con la niña en brazos y sana, encontré mejores opciones para laburar. Me mudé a San Miguel de Tucumán por al menos un año y medio, pude enganchar con una cadena bancaria multinacional y de ahí solo se fue dando, pudimos rentar un departamento que era precisamente adecuado para las dos y gracias a que tuve unos jefes amables, me llevaba a la nena en mi horario para no dejarla a su suerte.
Cuando decidí que nos mudariamos de nuevo ella ya tenía más del año de nacida, yo seguía trabajando con la misma multinacional solo que ahora en la capital y el resto es historia. Acá conocí a Nico y a los de la selección; pero recuerdo bien que con Caro hablé mucho antes y nuestra amistad se dio de manera muy natural.
- ¡Mami! ¿Ya viste quién está acá? - Melanie me movió varias veces para que le prestara atención. Yo la volteé a mirar con los ojos entrecerrados e hice una mueca. - ¡Párate, abajo está el Cuti! - Se bajó emocionada de la cama y corrió al primer piso sin decir nada más, yo sonreí con ternura. No sé había dado cuenta que Cristian se había quedado a dormir.
Me levanté de la cama lentamente, hoy era sábado y para mi se pasaban estos días volando, por lo que hacer pereza un rato no quedaba de más. Fui al baño a arreglarme mejor; me cepillé y arreglé un poco el desastre que se me había formado en el pelo, me lavé la cara y finalmente bajé a la cocina.
Pude ver a mi hija sentada en la mesa comiendo pancakes con frutilla y chocolatada en su vaso preferido; el de rapunzel. Miré hacia el otro lado, estaba Cristian en conjunto deportivo y descalzo haciendo el desayuno mientras que de vez en cuando volteaba a ver la pantalla del televisor, estaban transmitiendo un partido.
Avancé a la mesa con Meli y le di un beso en la cabeza en forma de saludo, ella solo sonrió y me señaló el plato. - Buenos días. - Saludé al morocho desde dónde estaba y él se volteó a mirarme.
