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¡No! Simplemente no podía dejar pasar aquello.

Naruto rodó por quinta vez en la cama después de una hora de declararle buenas noches a Hinata. Ella roncaba un poco estando bocabajo. Pero esta vez a él no le llegó la ternura de eso, si no que Naruto pensó en lo mucho que le gustaría despertarla y exigirle la verdad.

«Estás exagerando» se dijo a sí mismo regañándose mentalmente «¿y qué si Hinata tiene ahí unas pastillas que no sabes para qué son?».

El problema era que él conocía sólo unos pocos tipos de pastillas y dudaba que Hinata necesitase alguna de ellas.

1.- Las que él usa para el estreñimiento.

2.- Las que él usa para la diarrea.

3.- Las que él usa para el dolor de cabeza.

4.- Las que él usa para el vómito.

5.- Las que él (especialmente) usa para evitar sentir los piquetes de las agujas.

6.- Las que solo come para hacer que Sakura no lo mande a volar; ella las llama Píldoras de Soldado Caseras. Unas que más tarde le obligan a usar casi todas las pasillas anteriores.

Que él supiese, Hinata no tenía problemas intestinales, Sakura no le había dado nada según tenía entendido, aunque además había otro tipo de pastillas que Naruto pensó de pronto.

Aquellas que evitan el embarazo.

Los ojos azulados se abrieron desmesuradamente. Miró a Hinata como si fuese un monstruo o un fantasma y pasó saliva pesadamente. ¿Y qué tal si...?

No. Es Hinata de quién hablaba. No podía sospechar de ella.

Hinata no lo haría.

Hinata lo ama a él.

Hinata no parecía nada experta la primera vez que se besaron en los labios. De hecho, casi se desmaya.

Hinata le hubiese dicho si ya estaba lista.

Hinata no hubiese salido a buscar fuera de su casa lo que bien podía tener a cualquier hora...

Ella no lo haría...

Jamás...

—No lo harías —masculló Naruto con una mirada perturbada en la cara. Hinata se había dado la vuelta quedando bocarriba con los labios un poco abiertos, respirando por entre ellos.

Apretó sus propios labios e hizo lo que había leído en una colección muy privada de libros. Su maestro Jiraiya le había dado, sin querer, unas lecciones muy importantes al respecto.

»Entonces él la miró dormir como si fuese un pequeño ángel puro e inocente, listo para ser devorado por las llamas de la pasión. No se negó más el tener debajo de él a tal belleza, a tal diosa encarnada solo para él. No se pudo contener a acercarse y devorar a tan resplandeciente mujer.

»Acercándose lentamente hacia su presa, tomó con mucha calma los labios que llevaba ansiando desde ya hace muchos años. Y ése sabor, Dios mío. Que se le condenara por siempre si algún día llegaba a olvidarlo.

Para cuando Naruto reaccionó, sus labios propios ya estaban sobre los de Hinata, ella aún no se había percatado de su movimiento; no al menos hasta que los labios femeninos, al poco tiempo, se movieron al compás de los suyos lentamente. Recibiéndolos y acogiéndolos con mucha precisión.

Naruto cerró los ojos al instante en el que Hinata alzó las manos y lo atrajo a ella profundizando el acto. Definitivamente Jiraiya sabía lo que escribía, que a él también lo condenasen si algún día llegase a olvidar el sabor de la boca de Hinata. Con poco esfuerzo, Naruto le había enseñado el importante uso de la lengua en un beso, ahora no había necesidad de insistirle tanto en abrir la boca cuando así él lo deseaba.

Ella movía lentamente su rostro inundándose de respiraciones agitadas por tan sorpresivo beso. Hinata no necesitó una tarjeta de presentación para saber quién la besaba así. Y el tan solo sentir a Naruto acomodarse encima de ella pegando su muy bien trabajado pecho sobre el suyo sólo la hizo estremecer.

Naruto sonrió mentalmente cuando al separar sus labios de los de Hinata ella suspiró su nombre como la primera vez.

—Naruto-kun.

Naruto amaba saber que ella no había pensado en alguien más. Porque de haber sido otro nombre el que saliese de los labios de su novia, juraba que mataría a alguien. El solo pensamiento le hizo temer. Le hizo ver a qué grado amaba a esa chica tímida.

La besó de nuevo empalagándose de su sabor, de su textura y de su ritmo. Necesitaba mucho más de ella y realmente no estaba dispuesto a pararse ahí.

Una traviesa mano fue divagando por el costado de Hinata. Ambos ya con las piyamas mal puestas, Naruto fue subiendo la blusa de Hinata hasta un poco más arriba del ombligo, quiso subirla más pero ella se había puesto algo tensa por lo que no se atrevió. Siguió entreteniéndola con sus labios.

Para cuando logró hacer que Hinata dejase de temblar y de ése modo poder subirle la blusa hasta el inicio de sus senos, ella saltó de la cama soltándole un cabezazo en la frente rasgándole el labio inferior con sus dientes.

—¡Ooh! —soltó Naruto tapándose la boca con ambas manos. Eso había dolido.

Hinata por su parte salió corriendo como si el alma se le fuese a escapar en dirección al baño.

Naruto por su parte encendió las luces de la recámara y de un cajón del tocador de Hinata sacó un pequeño botiquín de primeros auxilios de donde tomó un algodón y una botella de alcohol. Mojó el pedazo de algodón con alcohol y regresando todo a su lugar, pegó el algodón en a su boca de donde aún salía sangre.

Todo aquello con un humor terrible.

Bien, si ella no quería que él continuase había muchas, definitivamente, muchas formas de decírselo además de sus famosos cabezazos a la cara.

Le había hecho una herida muy grande en el labio que aún sangraba y aunque ya no le dolía como antes, eso no quería decir que su enojo había disminuido de igual forma. De hecho estaba aún más molesto que antes.

—¡Oye! —le dijo con otro pedazo de algodón sobre su boca, el anterior se había llenado de sangre—, ¿qué diablos fue eso? Por poco me arrancas la piel.

Hinata no habló. Se escuchaba un poco de turbulencia dentro pero ni idea de qué podía ser lo que ella estaba haciendo.

—Vamos que hay formas de decirle a uno que no quieres continuar además de romperle el cráneo. —Miró el pedazo de algodón. Estaba lleno de sangre—. Hinata...

De nuevo hubo silencio al otro lado. Naruto dejando un suspiro de resignación fue a tirar el algodón al bote de basura que había en la sala a un lado de la televisión. Pero cuando iba al baño a insistir de nuevo, el timbre fue tocado.

—Maravilloso —maldijo Naruto entre dientes yendo hasta donde estaba la puerta de la entrada. Para cuando la abrió su suerte decayó hasta el infierno—. ¿Padre?

Al otro lado de la puerta ya hacían Hyūga Hiashi y Hyūga Hanabi. Su suegro y su cuñada con tradicionales kimonos y con miradas estoicas en las caras, los dos notando sin demasiada discreción la herida que Naruto tenía en el labio.

¡𝐻𝑖𝑛𝑎𝑡𝑎! ¿𝐸𝑆𝑇𝐴𝑆 𝑀𝑈𝑅𝐼𝐸𝑁𝐷𝑂?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora