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Era una tarde bastante agradable, el clima era perfecto y además tenía la mejor compañía que nunca hubiera podido tener hasta ahora.

Nikolai lo había llevado hasta el balcón que no sabía que tenía la casa, pero la cuestión es que podría ver más allá de las mismas cuatro paredes. No supo expresar su alegría de ver al pelirrojo tan feliz, estaba sonriendo como nunca antes debajo de la máscara.

Amaba cada rasgo de su rostro, su cuerpo entero era un templo que no se sentía digno de tocar, cada uno de sus cabellos era de seda y la esponjosidad del mismo le parecía maravillosa. Todo él era un dios, literal y figuradamente, era una tonalidad diferente a lo que estaba acostumbrado a percibir.

Las personas en general le provocaban cierto repudio, no podía ver el lado bueno intercalado con el malo, siempre tenía que ser una luz o una oscuridad absoluta, el hecho de que ambas partes pudieran mezclarse sonaba cómo una fantasía para su mente.

Entonces vio a Chuuya en la línea de fuego, ocurrieron varias cosas desde antes para que decidiera recuperar su voluntad. Así tomaría sus propias decisiones nuevamente, volvería a tener su vida en sus manos sin dejar que alguien más la usara para su beneficio.

Iba a sentir otra vez lo que era vivir.

— Niko, ¿te puedo hacer una pregunta un poco rara?– cuestionó el menor sacándolo de sus pensamientos — Es rara porque puede parecerlo, pero juro que es con buenas intenciones

— Ya la hiciste– bromeó juguetón, a Chuuya le tomó unos segundos comprender la broma

— Jaja, qué divertido– reclamó fingiendo enfado — Bueno, entonces ¿te puedo hacer varias preguntas?

— Adelante, pero si es realmente extraña te dejaré aquí por el resto del día hasta que se haga de noche y te dé frío– amenazó sin ir en serio, obviamente — Te escucho

— Okey, mira, la cuestión es que me provocas mucha curiosidad– comenzó a explicar, Nikolai sintió que esto iba para largo — No tengo idea de quién eres y en cierta parte debería asustarme, pero no lo haces, en cambio me haces sentir muy tranquilo y seguro...

No mentiría de nuevo, con sus propias ideas e imaginaciones no podía seguirse engañando de esa manera tan cruel. Adoraba a Nikolai, no podía soportar que aquella duda se quedara en su pecho por el resto de su vida.

Porque, si todo era cierto, ahora los dos deberían estar siendo buscados por sus respectivas organizaciones. Gogol había traicionado todo lo que conocía y tenía, todo lo había dejado atrás para dedicarse únicamente a cuidar de él, cada cosa de su pasado se hundió debido a su interés sobre su persona.

Y comenzaba a divagar mucho por las noches, especialmente en esas donde dejaba que el mayor se quedara a dormir a su lado, con la pequeña excusa de que era por su salud. Que si, lo era, sin embargo sabía que existía otra causa para hacer eso.

No le molestaba, de hecho era bastante cómodo tener a alguien que le hiciera compañía. Una persona todo el tiempo a su disposición con la cual podría hablar de lo que sea, sin tener miedo a ser juzgado o tratado de raro, alguien en quien confiar.

Lo hacía, depositaría su corazón en sus manos, aunque el Chuuya de pasado estuviera reclamando por romper la promesa de nunca más volver a enamorarse. Quizás podía hacer una excepción.

— No quiero irme por las ramas, así que... ¿tú qué sientes cuando me ves?– preguntó directo, sus mejillas se tornaron rojas por la evidente vergüenza — N-No me malentiendas, sólo es... d-debe ser curiosidad, sólo eso

— ¿Seguro de que no hay una razón en particular?– quiso indagar un poco, sentía su corazón acelerado de nuevo — Podría haber sido... más que simple curiosidad

Iridiscencia // NikoChuuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora