Albus Potter era, en pocas plabras,
antisocial.No como ustedes posiblemente estén pensando, algo tímido a la hora de hacer amigos, pero que aún así tiene un puñado de éstos, que no participa en clase por vergüenza..., ósea, sí, no participa en clase y, sí, es tímido a la hora de hacer amigos, pero, de hecho, no tiene ninguno. Es horrorosamente tímido, hasta el punto de que sólo habla más de unas pocas oraciones con sus padres y James, pues, para el resto del mundo, es tan callado como una tumba. Aún más que una, si se considera los fantasmas que habitan en la misma: es callado con su familia, sus compañeros de clase y cualquier otra persona que se cruzara con él en Hogwarts. No podía responder a los maestros, abrasado por la ansiedad social, ni mucho menos mantener contacto visual.
Así había sido desde que tenía memoria. Cuando era pequeño, solía ver a sus primos y a su hermano mayor desde la lejanía, ansiando poder jugar con ellos, pero absolutamente aterrado ante esa perspectiva. Si alguien le hacía una pregunta, se escondía detrás de su padre y le susurraba la respuesta, para que éste contestara por él. Al cumplir nueve años, pensaron que la situación comenzaba a escaparse de sus manos, razón por la cual Ginny Weasley y Harry Potter, héroes del mundo mágico, tomaron la ardua decisión de llevarlo con un psicólogo muggle. Digamos que ayudó, un poco. Albus comenzó a poder comunicarse con su familia, al menos, pero no iba más allá de unas cuantas oraciones poco complejas y jamás iniciaba la conversación. Siempre esperaba, callado. Ese era, creía, su rol en la vida. Esperar.
De hecho, esperó toda su infancia a cumplir los once años, esperando que Hogwarts cambiara las cosas. Y lo hizo. Albus encontró un sitio en el cual sentirse seguro, encontró alivio en los extensos jardines, en Hagrid, en el entendimiento de los profesores e, incluso, en su sala común, pero no logró cambiar nada en cuanto su relación con las personas.
Está bien, pensaba a diario, podría haber resultado peor.
Y, nuevamente, era cierto, pues Albus no sólo era callado, incómodo y raro, sino que también era el primer Potter en ser seleccionado a Slytherin. Había sido una confusión enorme, tanto para Albus como para el resto, que poca personalidad de serpiente veían en él. Lloró por las noches, lloró cuando sus compañeros se burlaron de él y lo empujaron en los pasillos, y lloró contra el pecho de su padre, pensando que no podía ser más decepcionante. Pero Harry Potter pensaba todo lo contrario.
--Al, por favor, escuchame--murmuró contra el cabello de su hijo de once años, aterrado de que, a tan corta edad, tuviera esos pensamientos sobre él mismo. Le recordaba a otro jóven, durmiendo bajo las escaleras, con los maltratos de sus tíos y su primo resonando día y noche en su cabeza: él mismo había pasado por un infierno, tanto en su infancia como en su adultez, y la primera vez que sostuvo a su primer hijo contra su pecho juró que a éstos no les pasaría lo mismo. No se sentirían así, despreciados, ni mucho menos solos.
Pero parecía que estaba haciendo un trabajo pésimo. Al, su pequeño y tierno Al, estaba allí, llorando desconsoladamente, porque pensaba que nadie le querria jamás.
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Mil palabras (SCORBUS)
FanfictionAlbus Potter jamás habia tenido un amigo, hasta ese entonces, sólo que éste no era una persona en carne y hueso, ni siquiera conocía su nombre: solo conocía sus palabras. Pero no le interesaba, no cuando comenzaba, lentamente, a enamorarse de aquel...