Scorpius llevó aquel nuevo descubrimiento a la mesa de Slytherin, más específicamente, a la esquina superior, en donde tomaban asiento sus mejores amigos. Bueno, su mejor amigo y otras personas que quizá no eran tan amigas, pero que lo rodeaban constantemente, especialmente cuando se trataba de molestar a Albus Severus Potter. Se quedarían fascinados con lo que tenía para mostrarles, pues el poder jamás se había encontrado así de cerca, en la palma de su mano, en forma de una carta arrugada que había tomado de la pata de su lechuza.
Albus Potter jamás había sido muy querido en Slytherin, o en el resto de los estudiantes. Para empezar, era diferente, era débil. Scorpius lo sabía desde la primera vez que lo vio, en la selección de casas, tomando asiento en un taburete de madera demasiado alto para él, con un sombrero que caía por sobre su frente y le cubría los ojos: en aquel entonces, sin embargo, no le prestó atención absoluta, pues estaba seguro de que sería otro Potter más, seleccionado para Gryffindor, que no volvería a cruzarse en su camino. Vaya que estaba equivocado; al sombrero le tomó minutos enteros, en que el silencio invadió las entrañas del comedor con frialdad, pero, finalmente, se había alzado con determinación para anunciar una casa. Su casa. La casa de su familia, una en la que claramente ningún cuatro-ojos estaba destinado a estar.
Se sintió profundamente conmocionado, pero no mucho más. No tenía idea de cuándo fue que Albus Potter se convirtió en una persona con relevancia en su vida, sólo que, para aquel entonces, Scorpius no podía ignorarlo. El chico estaba allí, siempre, como una mancha en su paisaje perfecto. Allí, callado, sabelotodo, cuyo apellido había destrozado por completo a su familia.
Pasó noches enteras viendo a su padre llorar, y, de alguna manera, que Albus lo hiciera le daba la sensación de que lo compensaba. Quería hacer sentir tan mal a la familia de Harry Potter como él le había hecho sentir a la suya. Los detestaba, profundamente, incluso a esos ordinarios Weasley, que siempre estaban con ellos. Y, entonces, se había presentado la oportunidad perfecta, la oportunidad que Scorpius sólo había soñado con tener. Porque no había nada peor en el mundo que el destrozar la confianza de alguien.
━Ya no sé qué hacer━se burló Jefferson, luego de que Clara, la chica que fingía perfección a cambio del título de prefecta, pero que era tan odiosa como cualquiera de ellos, leyera la carta en voz alta para todos los presentes. No, ninguno de ellos eran su mejor amigo. Clara, Jefferson y Michael eran simples personas que Scorpius veía constantemente en el pasillo, con quienes no compartía más que algunas oraciones por día. Si llegaba a pasar horas enteras con ellos, creía, le explotarían las neuronas. No existían personas más tontas que ellos en todo el castillo. Pero eran graciosos, populares, que jamás parecían mirar con horror lo que saliera de su boca.
━¿Cómo conseguiste ésta joya de arte?━preguntó ella, escaneando la sala, sólo para encontrar que el autor de aquellas palabras no estaba presente. Se resignó con mantener sus comentarios para así, sabiendo que atraparía al pequeño Potter en otro momento.
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Mil palabras (SCORBUS)
Fiksi PenggemarAlbus Potter jamás habia tenido un amigo, hasta ese entonces, sólo que éste no era una persona en carne y hueso, ni siquiera conocía su nombre: solo conocía sus palabras. Pero no le interesaba, no cuando comenzaba, lentamente, a enamorarse de aquel...