IV

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[7:00 am] / 11 de octubre

Como hoy era fin de semana, puse mí despertador un poco más tarde de lo normal, los sábados si abría la librería pero yo no trabajaba, salí un poco adormecida de mí habitación y caminé hacía la cocina por un vaso de jugo de manzana con soya, amaba el sabor de esta bebida fría. Mi pijama de Ladybug era bastante cómoda para andar por ahí.

—Te ves tierna en pijama. -había olvidado por completo que Joseph estaba aquí, quedé petrificada porque yo seguía en pijama y estaba hecha un desastre.

—¿Quieres... -me interrumpí a mi misma pues Joseph traía la camisa abierta, su pecho estaba completamente expuesto ante mis ojos, pero me saqué del trance para no parecer idiota-. ¿Quieres jugo?

—Oh no estoy bien, adoró tu departamento, es la primer noche en la que no despierto con esa sensación de cansancio. -se recargó sobre la mesa de la cocina mientras miraba a su al rededor y luego me miró.

—Lamento que tengas que despertar y que lo primero que veas sea este desastre. -me señalé a mi misma mientras reía.

—Oh no digas eso, podrías verte como yo. -ambos reímos y luego sentí la densa mirada de Joseph inspeccionarme de arriba a abajo.

—¿Quieres desayunar? Creo que tengo unos hotcakes de ayer en el refrigerador y puedo poner café. -lo invité amablemente.

—Oh, eso sería genial, solo que si no te molesta, ¿podría darme una ducha rápida? -entrecerró sus bellos ojos mientras me preguntaba apenado.

—Claro, es aquella puerta, adentro hay toallas y lo que necesites. -señalé la puerta y luego el se adentró en el cuarto.

Mientras el se bañaba, me fuí a poner algo un poco más decente, puse agua para el café y puse la mesa, este día estaba empezando de buena manera. Luego iba a tocar la puerta del baño para saber si Joe quería miel de maple o mermelada, pero me ganó al salir con una toalla rodeando su cintura, Dios mío bendito, agárrame confesada por todo lo que pensé en tan poco tiempo.

—Ah, yo, yo solo venía a preguntar con que querías tus, tus hotcakes. -hice como diez padres nuestros mentalmente, tenía un pequeño rizo en la frente, no estaba muy musculoso pero estaba en forma, una fina hilera de cabellito iba desde su ombligo hasta más abajo.

–Ah no importa, lo que tu les pongas estará bien, solo te iba a decir si me podía vestir en tu habitación. -creo que pudo percatarse de el vaivén de miradas que tuve de su rostro a su torso.

—Claro, no hay problema, es aquí, cualquier cosa me llamas.

No quería quedar en ridículo, y supuse que mi cara estaba más roja que la superficie de Marte, me fuí a la cocina como una tabla con pies y fingí que estaba haciendo algo; cuando lo escuché cerrar la puerta dejé salir una gran bocanada de aire. Terminé de servir todo y Joseph salió abotonándose la camisa y viendo toda la comida.

—Dios, que bien se ve todo. -tomó asiento en una de las bancas de la mesa y dió un pequeño sorbo al café.

—Espero que lo disfrutes, no es por asumir cosas, pero creo que tu te conformas con algún pastelillo abandonado en el refrigerador. -reí un poco y me senté frente a el.

—Eso si tengo suerte, soy pésimo para la cocina, una vez deje agua calentando, y cuando regresé creo que se había evaporado o algo así.

La plática se volvió realmente agradable, siempre teníamos alguna anécdota rara o chistosa para contar, no podía mirar sus ojos por mucho tiempo ya que sus labios también eran interesantes de observar. Cuándo acabamos me ayudó a lavar los platós y ponerlos en su lugar.

ℓα ¢нι¢α ∂єℓ ραяαgυαѕ »→ נσѕєρн qυιηη Donde viven las historias. Descúbrelo ahora