Capítulo 9

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Estaba ya anocheciendo cuando llegamos a la Plaza de la Concordia. Louis parecía no cansarse nunca de caminar, y ni siquiera lucía cansado o respiraba con dificultad. Yo me hacía el que me interesaba toda cosa o edificación por la que pasábamos, ya que necesitaba detenerme aunque fuera por dos segundos para poder recuperar el aire que sentía me faltaba.

Una vez allí, fuimos recibidos por una hermosa fuente que decoraba el lugar. Quedé quieto y sin poder quitar mis ojos de allí. Quedé maravillado, era realmente...

"Preciosa, ¿verdad?" Louis pinchó la burbuja en la que me encontraba y me devolvió a la realidad. Por suerte y por primera vez en mi vida, la realidad era igual de buena que mis sueños.

Lo miré por un momento y asentí. "Sí, muy preciosa" Y volví a dirigir mi mirada hacia la fuente y sus alrededores. La había visto en tantas películas que el que ahora la estuvieran viendo mis propios ojos parecía mentira. Cientos de personas pasaban caminando por aquella plaza como si fuese decorado nada más, o incluso un estorbo. La gente iba a trabajar o a llevar a sus hijos a la escuela, y pasaban por allí como una ruta normal, como algo de todos los días. En cambio, yo estaba allí por primera vez, descubriendo lo hermoso que puede ser el mundo si tienes la oportunidad de conocerlo. Descubriendo que, en el fondo, yo aún seguía vivo.

Ambos estábamos allí tan quietos y en silencio que en un momento me perdí en mi mente, dejándome llevar por las olas de pensamientos que volvían a marearme y confundirme. Me sentía bombardeado por miles de preguntas las cuales la mitad no tenían respuesta. Un sonoro clic me hizo girar y dejar de cuestionarme cosas sin sentido.

Louis carraspeó nervioso y miró hacia abajo por un momento, antes de dirigirme la mirada. "Lo siento. Es que... te veías tan interesado en La fuente de los Mares" Se veía tan tímido que casi sentí ganas de tomarlo en brazos como a un bebé. "Tan hipnotizado viéndola, jamás te vi así. Y...me pareció...lindo, no lo sé" Guardó la pequeña y vieja cámara en un pequeño bolso que llevaba colgando y luego se cruzó de brazos, esperando que yo no haya tomado muy en serio lo que hizo.

Ups, tarde.

Louis me había tomado una foto. Louis me había dicho que le parecí "lindo". ¿Louis estaba borracho?

Si alguien me preguntaba qué fue lo que sentí cuando Louis me tomó una foto sin que yo se lo pidiera, no podría responderle ni aunque quisiera. Porque fue tanta la mezcla de sentimientos que casi me tuve que sentar para no caerme de rodillas. Louis estaba siendo tan amable conmigo que comenzaba a asustarme de alguna forma (aunque no de una mala forma). No supe qué decirle. En realidad me había dejado sin palabras. Saqué mi teléfono celular (el cual había ganado en una rifa) y le dije a Louis: "Di queso"

Me miró negando con la cabeza, sorprendiéndose seguramente de las cosas que estaba haciendo desde que yo había llegado. Se paró derecho y levantó el pulgar, y entre risas soltó un casi inentendible "Queso". Miré la foto y me maravillé.

Sin dudas él era más precioso que la propia ciudad de París. Mucho más precioso que todo el Universo. Y no estaba exagerando, porque yo conocía a muchos hombres, y podía jurar que mis ojos nunca antes habían visto a alguien con tanta belleza interior y exterior.

Entre charla y charla en aquella plaza, se habían hecho las ocho de la noche, y las luces iluminaban todo haciendo las cosas aún más bellas. Más admirables.

Incluyéndolo a él, por supuesto.

Sus ojos azules eran aún más brillantes, más llenos de vida que de costumbre. Y no era que yo me estuviera fijando en él como un jodido friki, es que cualquiera que pasara se fijaría en alguien como Louis. Era un hombre despampanante. Sin dudas, un desperdicio como sacerdote y una pérdida para Gucci O Yves Saint Laurent.

"Perdóneme, Padre. He Pecado" (Larry Stylinson)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora