Tres semanas habían pasado desde que le había contado a Louis sobre mi enfermedad. Tres semanas habían pasado desde que él se había ido del convento.
Louis huyó de mí como un maldito cobarde. Él se había asustado tanto ante mi confesión que no lo dudó ni un segundo.
Nadie sabía adónde estaba. A las Hermanas les había dicho que se tomaría unas vacaciones para liberarse del estrés, que cuando regresara todo estaría bien. Yo no creía eso, era obviamente una gran y estúpida mentira. Le había hecho sentir a Louis asco y repugnancia, Louis jamás volvería a mirarme o dirigirme la palabra. De seguro regresaría más hetero que nunca y me echaría a patadas, no sin antes recordarme que me quemaría en el infierno.
Ahora era cuando me daba cuenta de las cosas. Ahora era cuando me daba cuenta cómo era el amor. Nunca debí dejar que derritieran mi escudo de hielo. No debí caer por amor.
Amar implica dolor. Y yo ya tenía suficiente dolor en mi vida, no necesitaba más.
Le echaba la culpa de todo a Louis, pero no era completamente su culpa. Él sólo hizo lo que le pareció correcto. Quiero decir, yo también habría enloquecido si la persona con la que tenía sexo y a quien quería me decía que tenía SIDA. Pero él era una persona madura e inteligente, él debería haber sabido que de la forma en que lo hicimos no habría manera de haber contraído el virus. Además, yo no lo habría permitido. Louis se había cegado y había actuado según sus instintos, sin antes pensar y razonar. ¡Ni siquiera me dejó explicarle! ¡Ni siquiera se despidió! Había creído que Louis era una persona diferente, pero como siempre, me había equivocado.
Aunque la actitud de Louis me pareció muy estúpida de su parte, yo lo seguía queriendo. Y pasara lo que pasara, nunca dejaría de hacerlo. Durante todos esos días, me encargué de pasar el tiempo ayudando a las Hermanas a cocinar y acompañándolas al coro. Obviamente no cantaba con ellas, simplemente me sentaba y trataba de hacerme el buen niño cuando en realidad estaba muriendo de tristeza por extrañar al Padre de la iglesa. Yo sabía que Louis iba a regresar, y eso era lo que más miedo me daba. Qué sucedería con su regreso me aterraba, yo no quería irme de allí y mucho menos alejarme de él. Sentía que todo se había ido a la mierda, pero aún conservaba un dejo de esperanza de poder arreglar las cosas y que aunque sea me dejara seguir viviendo allí. Seríamos simplemente amigos, o ni siquiera eso, pero al menos yo tendría la oportunidad de verlo todos los días si me permitía seguir viviendo en el convento.
El cura que habían mandado como reemplazo era un viejo espantoso sin cabello y con cara de haber violado a varios. Ni siquiera podía mantenerle la mirada más de cinco segundos porque sentía que iba a empezar a babearse y quizá entendía que quería algo con él y... puaj. No quería ser irrespetuoso con los mayores, pero...a quién engaño, me importaba una mierda.
No podía creer en el lugar que me encontraba ahora. Sin embargo sí sabía por qué estaba allí. Odiaba las alturas más que a cualquier otra cosa, pero el campanario de la iglesia me recordaba a él y decidí subir para no comenzar a olvidarlo (como si eso fuera a pasar). Estaba sentado bastante lejos del gran ventanal, quizá era un poco loco pero tampoco tanto. Pensaba en lo diferente que hubiera sido todo si yo no habría estado enfermo y si Louis habría elegido otra profesión. Terminaba como siempre, llorando al recordar que la realidad era una muy diferente. No servía mucho el pensar en cómo habrían sido las cosas si... pero me ayudaba a calmar el dolor por los momentos en los que mi mente imaginaba escenarios perfectos. Una vida feliz.
De repente un ruido sordo me hizo girar en seco. Sentía pasos en las escaleras y entonces me di cuenta que alguien se aproximaba. Rápidamente limpié las lágrimas que descendían por mi rostro y me levanté del suelo. Traté de recuperarme y de no verme tan horrendo como sentía que lo hacía. Mi mente ya estaba maquinando una excusa para la persona que me preguntara qué diablos hacía yo allí arriba. Si era una de las Hermanas le diría que estaba rezando allí arriba porque me sentía más cerca de Dios. Y si era el nuevo sacerdote violador gritaría por ayuda.
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"Perdóneme, Padre. He Pecado" (Larry Stylinson)
FanfictionDicen que el amor lo puede todo. Pero... ¿Podrá contra Dios? ---- Portada hecha por: @sugarflowercolors Obra registrada en Safe Creative bajo el código: 1506274481877. Todos los derechos reservados.