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Había sido un completo iluso, creyendo que DongMin podría olvidar lo que sucedió esa noche, pero sobre todo, creyendo que él lo olvidaría y seguiría adelante. Fue un completo idiota, queriendo haberse engañado a sí mismo de esa forma, pues desde ese día, no había momento en el que no recordara las manos de Jungkook recorriendo su cuerpo, la manera en la que le había besado. No había noche que no soñara que estaba de nuevo entre sus brazos, con él llenándole por completo.

Su cuerpo se estremeció sólo de recordar nuevamente cada sueño húmedo que había estado teniendo con el pelinegro. Frunció el ceño, caminando más rápidamente por la calle. A pesar de que no podía olvidar a Jungkook, no había seguido en contacto con él y procuraba no ser él quien lo sacara a tema entre DongMin y él.

Estaba intentando con todas sus fuerzas superarlo, dejarlo ir completamente, pero la actitud de DongMin sólo se lo hacía más y más difícil, haciéndole recordar el trato que Jungkook había tenido con él esa noche, el caballero que había sido en el restaurante y lo salvaje que fue dentro de la cama. 

Soltó un suspiro antes de dar un brinco cuando se percató que un auto bajaba la velocidad y se acercaba lentamente a él. Subió a la acera para dejar que el auto se estacionara y caminó más rápido, pero el carro simplemente se orilló y siguió andando lentamente detrás de él. 

Se cruzó de brazos mientras volteaba hacia atrás para echar un vistazo, temiendo que le estuviera siguiendo. Sus ojos se ampliaron al reconocer el Lamborghini de Jungkook. Sus pies pararon en seco, dejando que Jungkook manejara hasta igualar sus posiciones. El pelinegro bajó del auto, sin apagar el motor.

—  Jimin, espero que no te moleste verme por aquí.

Jungkook lucía tan seguro de él mismo, con su habitual traje de trabajo. Él negó lentamente, mirando hacia el final de la calle, si DongMin venía detrás de él y ve a Jungkook ahí, pensará que lo ha estado viendo durante esos días.

— No deberías, no, ¿Qué estás haciendo aquí?

— No he podido dejar de pensar en ti.

Además Jungkook era malditamente directo, no tenía pelos en la lengua y siempre decía lo que pensaba sin importarle las consecuencias, o al menos esa era la impresión que le daba siempre.

—  J-Jungkook, yo...

El pelinegro dio dos pasos hacia él, haciendo que las palabras se le atoraran en la garganta y se callara abruptamente. 

 — Ven conmigo — Jimin negó, mirando de nuevo detrás de él, en dirección al final de la calle — Por favor, sólo ésta vez. 

Los grandes ojos del rubio se posaron en la mano que Jungkook extendía hacia él, esperando que la tomara. Su corazón comenzó a latir fuertemente, podía escuchar la sangre viajar con fuerza cerca de sus oídos. Tragó saliva, sabiendo que lo que iba a hacer estaba mal, sin importar de qué lado lo viera, pero de todas formas posó su mano derecha sobre la del adverso, tomándola con un titubeo.

 — No te vas a arrepentir de ésto — Jungkook lo guió alrededor del auto aún encendido y le abrió la puerta.

Oh, ya se había comenzado a arrepentir desde antes de colocar su mano sobre la suya, pero una parte de él estaba tan emocionada por tener a Jungkook de nueva cuenta frente a él, le emocionaba y gustaba saber que el pelinegro tampoco había podido parar de pensar en él.

  ~*~ 

Estaban en la orilla del río Han, recargados contra el capo del costoso auto, compartiendo una botella de soju. A Jimin la escena le parecía surreal y  no pudo evitar que una pequeña risa escapara de su interior.

Propuesta Laboral ♥︎ KMDonde viven las historias. Descúbrelo ahora