EPÍLOGO

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Recuento general.

Llevaba varios meses ya sin poner un pie en Corea. Comenzaba a sentirse desesperado, si bien no había nadie que lo esperase en casa, él comenzaba a extrañar amanecer en su cama, o al menos despertar en un lugar conocido por al menos más de dos días seguidos.

Por eso mismo dio fin a sus asuntos de negocios que lo tenían ocupado en China, si los chinos estaban tan interesados en firmar con él, entonces deberían ir a buscarlo a Corea, no viceversa. Regresaría a Corea, se haría cargo él mismo de su compañía, pues aunque confiaba plenamente en su mejor amigo de la infancia, Kim Seokjin, creía que era hora de hacerse cargo él.

Ahora mismo acababa de aterrizar en Corea. Su corazón latía en alivio, por fin estaba en casa, y ahora no podía esperar a ver qué cosas nuevas le traería su regreso.

~*~

Había comenzado a creer fielmente que ofrecer esa fiesta había sido un completo error. Las personas a su alrededor no dejaban de arrojarse sobre él, sobre todo las mujeres, con sus grandes escotes y ajustados vestidos.

No era que odiara a las mujeres en general, pero sí a éste tipo en específico. Aquellas que se arrojaban sobre él como si fuera un filete de carne o un fajo de billetes.

Encima de todo, uno de sus empleados no paraba de hablar sobre un tal DongMin desde hace unos días, así que se había obligado a investigar acerca de él, descubriendo que su empresa estaba en la ruina. Un tipo así no le interesaba en lo absoluto, aunque no podía suprimir el sentimiento de pena y empatía por él.

Estuvo dando vueltas por todo el salón, saludando y conociendo invitados, hasta que HyunSik le pescó más o menos desocupado y le condujo por entre la multitud para al fin presentarle a Lee DongMin.

El susodicho estaba en medio de una conversación con otras personas, pero HyunSik interrumpió, llamando la atención de DongMin. Se concentró primero en el hombre alto, pero la sensación de una pesada mirada sobre él le hizo girar el rostro, topándose con un par de atentos y grandes ojos.

Sostuvo la mirada de aquel hombre durante unos momentos, registrando con rapidez la magnificencia hecha persona. Era el hombre más hermoso que hubiese visto, carajo. Más bajo que él, blanco como la seda, ojos grandes y brillantes, labios gruesos y rojos. No pudo evitar dispararle una sonrisa, comenzaba a gustarle tener esos grandes ojos sobre él.

Tuvo que obligarse a prestarle atención a DongMin, quien comenzaba a inclinarse. Él correspondió la reverencia, antes de pronunciar palabra.

— Así que tú eres DongMin, es un placer por fin conocerte, he escuchado muchísimo de ti.

Y vaya que era un maldito placer, su miembro había despertado a la vida luego de ver al que supuso, era compañero de trabajo de DongMin. Ansiaba poder mover la conversación de DongMin hacia esa pequeña cosita a su lado.

Jungkook intercambió un par de elogios con DongMin, pero miró en dirección al atractivo hombre silencioso, ansioso por que los presentaran y escuchar su voz.

— Park Jimin, es mi esposo —Jungkook sintió unas enormes ganas de borrarle esa sonrisa estúpida de la cara a DongMin.

Maldita sea, la vida debía estar en su contra ¿Esposo? Joder.

— ¿Tu esposo? Creí que eran compañeros de trabajo —se limitó a decir, sin externar realmente el mar de emociones que sentía en su interior.

Joder, Jimin era un nombre hermoso, él era alguien hermoso. No podía evitar fantasear con el cuerpo pálido debajo suyo. De pronto imaginó la combinación de sus cuerpos, el contraste entre el color de sus pieles. Su miembro se retorció entre sus pantalones.

Propuesta Laboral ♥︎ KMDonde viven las historias. Descúbrelo ahora