Se conocieron unos años después en una calle desierta. Le tomó mucho tiempo reunir el coraje para acercarse a ella. Se detuvo, notando la silueta familiar, pero no sorprendida en lo más mínimo.
- ¿Todavía me amas? comenzó, más allá de todos los "hola" y "te ves muy bien".
Ella hizo una pausa. Como a propósito. Atormentarlo con respuestas siempre había sido su pasatiempo favorito. Finalmente, ella comenzó a hablar.
- Primero por tu culpa me dormí tarde, luego no dormí en la noche, y ahora duermo tranquilo, espero haber respondido tu pregunta.
- Te necesito. Respondió con sinceridad.
- Acabas de aumentar tu soledad. Siempre me dejaste. Tuviste aventuras con otras mujeres, para fastidiarme. Incluso marcaste mi número por accidente y no en absoluto porque estabas aburrido.
- ¡Elena, no me conoces en absoluto!
Tenía mis razones.- Y yo tengo motivos para cruzar la calle sin mirar atrás. Fue agradable hablar contigo, Klaus Mikaelson.
Ella dio un paso adelante, pero él la agarró del brazo.
- ¡Debes escucharme! El rubio gruñó nerviosamente.
- No es tan simple.
- ¡Así que vamos, no compliquemos las cosas! dijo con calma.
- No soy nada para ti. ¿No es eso lo que martillaste en mi cabeza?- ¡Simplemente no quería acercarte más!
- Así que suelta mi mano, me alejaré.
Ella le dirigió una mirada exigente, con el ceño fruncido. Relajó su agarre, dándole a la chica total libertad. Dando unos pasos hacia atrás, la chica orgullosamente enderezó su espalda.
- Sabes, todo eventualmente pasa. El frío invierno no dura para siempre. Y las flores brotan en el desierto. Y el hielo se rompe en finos témpanos de hielo.
- ¿Qué estás insinuando ahora?
- Se acabó, Klaus. Tu olor se está desvaneciendo. Y tu sonrisa en los rostros de los transeúntes ya no atormenta. Y el corazón ya no late más, esperando tus llamadas nocturnas. Y tu mirada ya no corta.
Esperaba cualquier cosa, pasando por todos los escenarios posibles para su encuentro, pero no esto.
- Se acabó, Klaus. Y el amor también...