Capítulo 1

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Voy en un taxi escuchando la música que suena por la radio tras haber salido de la oficina.

Tarareo la canción You, de Troye Silvan, y sonrío al mirar mis zapatos mientras pienso. Siempre que la oigo, esa canción me da buen rollo y me levanta el ánimo.

Como de costumbre, el centro de Seúl a las siete de la noche es un caos. Coches. Pitidos. Gente corriendo de un lado para otro, y yo disfruto observando. Soy muy animado.

Suena mi móvil. Acabo de recibir un mensaje que dice:

523

Sonrío. Mi cita ya me espera, y escribo:

Dos minutos

Una vez que dejo de mirar el móvil y me coloco bien mi abrigo, el taxista se detiene y dice:

—¡Ya hemos llegado, señor! Veintidós mil wons.

Saco mi tarjeta. La paso por el datáfono y, tras realizar con éxito la operación, cojo el recibo, pues soy autónomo y eso me lo puedo reducir, me despido del conductor, que es muy simpático, y después de cerrar la puerta del taxi entro en el hotel.

Con paso seguro me dirijo hacia los ascensores. Ya me conozco el recorrido. No es la primera vez que estoy aquí. Miro el reloj. Tengo hora y media antes de mi siguiente reunión, que me pilla cerca.

Espero la llegada del ascensor pacientemente y, tras meterme en él, le doy al botón de la quinta planta.

En el espejo del ascensor me repaso, me arreglo. Y cuando este se para y salgo de él, con seguridad, me encamino hasta la puerta 523. Llamo. La puerta se abre y Chanyeol, vestido solo con una toalla alrededor de la cintura, sonríe.

¡Qué bueno está!

Sin tiempo que perder, entro en la habitación y, en cuanto cierra la puerta, sin hablar, sin saludarnos ni nada, dejándonos llevar por nuestra caliente fantasía, nos besamos mientras mi bolso cae al suelo.

Chanyeol rodea con las manos mi cintura y, sin apartar su boca de la mía, llegamos hasta una silla. Allí dejamos de besarnos. Saco mi teléfono móvil y busco en mi lista de Spotify la música sexy que deseamos para nuestro loco momento, y cuando comienza a sonar I Gotta Feeling, de The Black Eyed Peas, dejo el móvil sobre la cama y, tirando de la toalla que él lleva en la cintura, indico:

—Tengo una hora.

Chanyeol asiente. Su duro pene ya está preparado para el comienzo del juego y, vale, reconozco que se me hace la boca agua. En décimas de segundo él se pone un preservativo y, sin siquiera desnudarme completamente, me siento sobre él. No llevo boxers. Es parte de nuestro juego. Cuando su pene entra por completo en mi cuerpo, jadeamos de placer.

¡Qué maravilla!

Me encanta la lujuria que siento al notarme lleno de él, y, mientras lo beso con auténtico deleite, comienzo a moverme mientras nuestras respiraciones se entrecortan, nuestros jadeos se acrecientan y nuestros corazones se aceleran.

Amor cero. Sentimientos, menos cero. Romanticismo..., ¿qué es eso? Pero morbo mucho, y a tope.

Por mi carácter frío e impersonal tengo algunas reglas en el sexo. Nunca mezclo trabajo con placer. Nada de casados. Nada de música romanticona mientras follamos y de treinta añitos para abajo. Así que siempre llevo yo la voz cantante, sin dejarlos opinar, y, como les gusta, disfruto de ese tipo de sexo sin amor, pero que me proporciona placer.

Durante varios minutos cabalgo a Chanyeol en busca de mi propio gozo. Sé que él busca el suyo. Es parte de nuestro juego. Agarrado a su cuello, me impulso a mí mismo mientras mis caderas, que tienen vida propia, se balancean sobre él, y yo jadeo de purito gusto y placer.

¡Dios, lo necesitaba!

Minutos después, cuando Chanyeol y yo llegamos al clímax, tras unos instantes nos separamos y abrimos mecánicamente la nevera del hotel para beber agua. Estamos sedientos.

Chanyeol y yo nos conocemos desde hace año y medio. Coincidimos en un chat de sexo. Concretamente, de temática swinger. Él, veintisiete años. Yo, treinta y ocho, y ambos sin ganas de compromiso. Desde el primer instante hubo feeling entre nosotros, y siempre que quedamos el sexo es bueno y disfrutamos de nuestras fantasías.

El amor y el romanticismo hace tiempo que están fuera de mi vida. No tengo tiempo para eso, y por ello solo me fijo en hombres más jóvenes que yo y que no me compliquen la vida. Soy un hombre independiente que busca lo que quiere, y no hay más que hablar.

Mientras bebo agua, veo que tanto Chanyeol como yo miramos nuestros teléfonos. Somos unos adictos al trabajo. Él, abogado. Yo, publicista. Y, para mi suerte, tanto él como los otros amigos que tengo con derecho a roce son como yo. Personas que no buscan amor ni complicaciones. Solo desean sexo ocasional y, una vez que terminamos, cada uno vuelve a sus vidas.

Sé que este tipo de vida, en la que los sentimientos para tener sexo ni se asoman, puede ser fría e impersonal para algunos, pero es la que yo he elegido, porque en mi vida y en mi morbo mando yo, y de momento con esto me vale.

Llaman a la puerta de la habitación. Chanyeol y yo nos miramos. Sabemos que es Bo Min, un hombre adulto también del mundo swinger al que le encanta mirar y en ocasiones tocar, y como para nosotros el que nos miren o nos toquen es una fantasía, hoy lo he llamado para que viniera.

Chanyeol va a abrir la puerta. Sin hablar, Bo Min entra. Me saluda con una sonrisa y se sienta en el butacón. Todos sabemos qué hacemos aquí. No hace faltar explicar nada.

Pongo una alarma en el móvil. Necesito que me avise cuando pasen cuarenta y cinco minutos. Chanyeol se acerca a mí. Esta vez sus manos pasean por mi cuerpo ante la atenta mirada de Bo Min. Dejo la botellita de agua y mi móvil, y tras desabrocharme varios botones de mi camisa, esta cae al suelo.

Bo Min y Chanyeol me observan. Les gusta lo que ven. No estoy mal, aunque tampoco es que yo sea un modelo. Pero, oye, ¡estoy bueno!

Gustoso, lo beso. Nos besamos, y entonces pongo mi trasero ante el rostro de Bo Min y siento que toca mis nalgas. Me da un par de azotitos mientras Chanyeol me besa. Conocemos el juego, no es la primera vez que jugamos juntos. Entonces Bo Min coge el lubricante y el anillo vibrador que hay sobre la mesa e, impregnándolo de lubricante, lo pone sobre mi erección llevándolo hasta el final, comenzando a vibrar.

Con provocación nos besamos al tiempo que Chanyeol se coloca otro preservativo y en mi móvil suena la canción Toxic, de Britney Spears. Nos tentamos ávidos de sexo mientras Bo Min no nos quita ojo, hasta que Chanyeol me iza entre sus brazos y, proporcionándole una buena visión del anillo vibrador a Bo Min, le exijo:

—Fóllame.

Y lo hace, ¡vaya si lo hace!

Con exigencia, busco la boca de Chanyeol mientras se hunde en mí una y otra y otra vez y nos miramos a los ojos jadeando de pura lujuria y desenfreno.

El sexo morboso y caliente de este momento es simplemente sexo. Disfruto de él y de mis fantasías sin tabúes.

Tras el ardiente asalto llega otro más sobre la cama. Somos insaciables. Bo Min se cambia de posición para mirarnos más de cerca y darle ciertas vueltas a mi anillo vibrador. Ese es el juego que queremos y que todos disfrutamos. Y cuando la alarma de mi móvil pita para decirme que tengo quince minutos para irme, Bo Min me saca el anillo vibrador. Me doy una ducha rápida sin mojarme el pelo, y, una vez que me visto, vuelvo a la habitación y veo que Bo Min ya se ha ido. Me dirijo hasta la cama, donde Chanyeol sigue desnudo consultando su teléfono, y cojo el mío.

Acto seguido paro la música y, tras guiñarle un ojo, él se levanta, se acerca a mí y dice:

—El próximo día espero que puedas quedarte más tiempo.

Sonriendo, asiento. Yo también lo espero. Y, tras lanzarle un frío beso, cojo mi bolso y me marcho.

¡Tengo una reunión!


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