Capítulo 7

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Tras la cena en el bonito restaurante del hotel, donde me han servido un exquisito plato que ellos llaman «carne fiesta», decido salir al paseo marítimo a dar una vuelta antes de subir a mi habitación y ocuparme con los informes, aunque sé que con las sandalias que llevo no puedo ir muy lejos.

Por suerte, hay pequeños puestos de cositas y los miro con curiosidad. Me encantan los pendientes de plata y, como siempre, compro unos para mí y otros para Jisoo. Ya se los daré.

Encantado con mi compra, de repente tengo sed y decido ir a un local, pero al entrar oigo que suena por sus altavoces cierta cancioncita romántica y, tal como entro, doy media vuelta y salgo.

¡Paso de musiquita romántica!

Sigo caminando y al final me siento en una terracita de un local que hay frente al mar, donde no suena música. Con suerte, mis pies descansarán. Me intereso por su carta de vinos y, al ver que tienen de las Bodegas Spring Day, que son las que voy a visitar al día siguiente, pido una copa. ¡Veamos cómo está!

Mientras me traen el vino miro a las personas que hay a mi alrededor y veo una mesa al fondo en la que hay varios tipos. Dos de ellos llaman mi atención. Son altos, atractivos, e instintivamente pienso cómo sería estar con los dos en la cama.

Vale, sé que suena frío pensar así. Pero soy el dueño de mi cuerpo, mi vida y mi tiempo, y yo y solo yo decido cuándo, cómo, dónde y con quién.

La camarera rápidamente me trae el vino que he pedido en una bonita copa de cristal. Una vez que se va, cojo la copa y me la acerco a la nariz para olerlo. El olor es agradable. Lo pruebo. Mmm..., no está mal.

Con gusto, disfruto del momento. El mar, la tranquilidad, la copa de vino..., pero de pronto unas voces algo más altas de lo que deberían atraen mi atención. A mi derecha la camarera que me ha atendido intenta calmar a un hombre.

Por los gritos que este da, sé que se trata de su pareja. Pobrecita, ¡qué mal gusto tiene! Pero el disgusto a mí se me redobla cuando veo que él comienza a pasarse de la raya y oigo que ella dice:

—¡Suéltame!

Ese grito hace que los vuelva a mirar y, al ver que él la sujeta por la muñeca, se me revoluciona la sangre, y más cuando oigo que él dice:

—Eres mi mujer.

—Ya no lo soy.

—Irene, no digas tonterías.

—¡Estamos divorciados! —afirma ella—. Y ahora vete. Estoy en mi trabajo y no quiero problemas.

¿Divorciados y él le exige?

Como yo, otras personas que están en el local los miran, y entonces el tipo, que más troglodita no puede ser, insiste:

—Eres mi mujer. ¡Mía!, y lo serás siempre, ¿te has enterado? Buenooooooo... ¡Un machito pecho peludo! ¡No los soporto!

Llevo años colaborando con una asociación de mujeres maltratadas que por desgracia han tenido como parejas a machitos como ese, y estoy levantándome cuando oigo:

—Ho Dong...

—¡Ni Ho Dong ni madres! —protesta el tipo en voz alta—. ¿Cómo te vienes de Ansan a Jeju sin consultármelo?

—No tengo que consultarte nada —insiste ella.

El troglodita se toca la cabeza. Está nervioso. Esto no va a acabar bien.

—¿Quién es ese imbécil con el que has llegado al trabajo? —inquiere a continuación.

Me indigno. El tono imperativo con que le habla me está sacando de mis casillas, y más cuando repite:

You are my destinyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora