Capítulo 54

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A las 7:27 de la noche, según salgo por la puerta del aeropuerto, veo a Wheein y sonrío. Desde luego, el Comando Fire lo ha organizado todo muy bien.

Ella me abraza, está feliz de verme, y montándonos en el coche de alquiler de ella vamos al hotel donde me han hecho la reserva, que no es otro que el de forma piramidal donde conocí a Hani embarazada. Por cierto..., la tengo que llamar.

De camino, llamo a Jung Hyun. Él me saluda encantado y, cuando sabe que estoy en Jeju para asistir a la cena, creo que hasta se emociona, pues le cambia la voz.

Le pregunto por su viaje a Los Ángeles. Me dice que no ha sido fácil, pero que ha dado por terminada su relación con Anne y que está bien. No pregunto más. No quiero ser indiscreto, y menos delante de Wheein, por lo que le indico que ya hablaremos al día siguiente, cuando nos veamos durante la cena, y a él le parece bien.

Acto seguido le pido varios favores. Necesito que sea, como siempre, mi cómplice con Jungkook y, sin dudarlo, accede.

Una vez en el hotel, Wheein me acompaña hasta la habitación. Allí, mientras hablamos, saco la ropa de mi maleta y, al ver el traje negro que me voy a poner para la cena, se enamora de él.

¡Es tan bonito!

Yo lo miro encantado, y cuando ella ve un boxer de encaje negro que me he comprado también para la ocasión comenta:

—Qué sexy.

Asiento. .

—Me lo voy a poner esta noche —cuchicheo.

Wheein se ríe, y luego murmura mirándome con intención:

—Cuando quieras, ya sabes...

Sé a lo que se refiere con esa respuesta y, la verdad, lo cierto es que lo he pensado. En el avión, según me acercaba a la isla, no podía dejar de imaginarlo, y pregunto en un susurro:

—¿Sigue en pie eso que me dijiste de...?

—Sí —afirma ella sin dejarme terminar.

Asiento. Saber que Wheein está dispuesta a entrar en mi caliente juego me gusta. De pronto se acerca a mí. Veo la mirada lujuriosa del sexo en sus ojos y, dejando las reglas claras, antes de que se equivoque, indico:

—Sabes que no me van las mujeres.

—Qué pena.

—¡Wheein! —me burlo.

Ella se ríe, yo también, y luego me da un pícaro azote en el trasero y dice:

—Nada me gustaría más que hacer un trío con el señor X y contigo.

Según oigo eso, me entra la risa. En la vida haría yo un trío con ella ni con ninguna amiga íntima y, mirándola, indico rompiendo el raro momento que ha creado:

—Wheein, que no me van las...

—¿Lo has probado? —pregunta ella retirándome el pelo del hombro

—Si y no ha funcionado.

Wheein suspira, retira la mano de mi hombro y luego inquiere:

—¿Podré tocar al señor X?

—De momento solo quiero que mires —aclaro—. Si cambio de opinión en cuanto a que juegues, te lo haré saber.

Dando un paso atrás, ella hace su típico chasquido con la lengua y, a media voz, cuchichea:

—Me encantaría.

Según lo dice, no sé si me molesta o no. En el mundo swinger no debe haber celos ni dudas, o no se disfruta.

—Tranquilo —dice a continuación—. Sé respetar.

Aclarado ese punto, que siempre es importante en el juego, Wheein pregunta:

—¿Dónde quieres hacerlo?

—Aquí —afirmo señalando la habitación.

Y, levantándome, voy hasta el mueble donde he dejado las tarjetas que me han dado en recepción. Tomo una, regreso junto a ella y digo tendiéndosela:

—Cuando el señor X y yo regresemos, quiero que estés en la terraza. —Señalo el fino velo y añado—: Corre el velo y ponte tras él para que vea que hay una mujer presente. Después, cuando le vende los ojos, puedes entrar y mirar desde donde quieras.

—Me masturbaré sentada en ese sofá —declara.

Lo miro. Está justo frente a la cama y, sin dudarlo, y entendiendo que yo haría lo mismo, respondo:

—Me parece bien.

Una vez aclarado algo tan simple como eso, y quedando en vernos a las doce de la noche en mi habitación, Wheein se marcha, y yo rápidamente me ducho y me preparo.


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