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CAPÍTULO OCHO


chloe's point of view

Estaba siendo uno de los mejores cumpleaños que había tenido en mucho tiempo.

Me dolía la barriga de haber arrasado toda la mesa de aperitivos junto a Adri y Max, para luego tirarnos al sofá y cantar canciones en plan karaoke usando los mandos del la televisión como micrófonos.

Mentiría si dijera que no tenía un ojo puesto en los movimientos de Pedri, la última vez que lo vi fue bajando las escaleras que llevaban a las habitaciones, después se despidió del grupo de chicos con los que había pasado toda la noche y se marchó.

Sí, miraba a la entrada todo el tiempo, esperando que volviera, para que por lo menos se despidiera.

—Ni siquiera tendría que haber venido. —Max estaba sentado al lado mío, con una manó suya agarró mis mejillas y giró mi cara hacía él.

—Siento que va ser imposible olvidarlo.

Era un sentimiento constante, y eso me ponía jodidamente depresiva.

Su otra mano fue directa a mi rodilla, se acercó un poco más, nuestra distancia era tan corta que nuestras narices rozaron.

A la mierda.

Ni siquiera lo pensé dos veces y junté nuestros labios, él me lo siguió más suavemente, calmando mis nervios, en ese momento dejé de estar alerta.

Pedri no iba a volver, no me iba a ver besar a nadie, él probablemente besaría a mil más antes de volver a verme.

De alguna manera quería separarme, pero mi miedo a no saber que decir al mirarlo era más fuerte.

—Sabes perfectamente lo que siento por él. —susurré, su mano soltó mis mejillas, fue por el respaldo del sofá y cayó en mi hombro.

—Lo sé, pero eso no es amor Chloé. —fruncí las dos cejas, mi cara de confusión hablaba por mí. —Si no es recíproco, no puede ser amor.

Pedri sí me quería, solo que no tanto como yo a él.

Negué con la cabeza mientras colocaba cada una de mis manos en un lado de su cuello y juntaba nuestras frentes.

—Es el amor más puro e incondicional que hay, cuando quieres a pesar de que esa persona no te quiera.

—Me gustas mucho Chloé, me gustas más de lo que deberías.

—Sólo dame tiempo. —dije en un desesperado intento de frenar las cosas, todo estaba yendo demasiado rápido para mí.

—¿Y hasta eso podemos seguir besándonos? —dijo antes de volver a unir nuestras bocas.

Un clavo saca otro clavo ¿no?

El problema era que Pedri para mi no era un clavo, era una maldita flecha en mi corazón, y era plenamente consciente de lo difícil que sería sacarla.

Cada vez había menos gente, se iban marchando a medida que se hacía más tarde, hasta que mis padres llegaron ya solo quedábamos Sira, Max, Adri y yo.

Para variar, recogieron un par de vasos y luego se escaquearon para dejarnos a Sira y a mí todo el trabajo sucio.

Los acompañé a la puerta, Adri me chocó el puño, iba a dirigirme a Max para despedirme de igual manera, pero él no tuvo ningún apuro en darme un pico para luego caminar detrás de Adri como si nada.

—¿Cuándo a pasado esto? —preguntó Adri, que caminaba de espaldas entre sorprendido y ofendido.

—Te lo cuento en el camino. —escuché murmurar a Max mientras le daba un golpe en el brazo y se marchaba acelerado, yo simplemente le hice un gesto de despedida con la mano.

Cerré la puerta y me apoyé en la pared, solté un suspiro tratando de asimilar todos los hechos sucedidos en las últimas horas.

Sira me miraba con una sonrisa, yo se la devolví antes de taparme la boca y todavía pegada a la pared, agacharme lentamente hacía abajo.

—Creo que hay bastante que comentar esta noche. —dijo negando con la cabeza mientas seguía recogiendo.

—Por si no pensaba en él lo suficiente, ahora cada vez que vea mi mano me acordaré de él. —Levanté mi codo para enseñarle la venda que llevaba puesta por el corte que me había hecho.

—¿Pero tú no has visto como te estaba mirando cuándo cantabas con Max? —dijo soltando el trapo con el que limpiaba la mesa y mirándome atónita. —Juraría que estaba muerto de celos.

—Sira, deja de darme falsas esperanzas con esas cosas.

—¿Vas a contarme ya qué pasó en Madrid? —preguntó intrigada.

—¡Primero voy a ver mis regalos! —hablé emocionada quitándome los tacones para correr por las escaleras hacía mi habitación.

Quién niegue que lo mejor de los cumpleaños son los regalos no tiene ni idea de la vida.

Habían varias bolsas encima de la cama, les eché un vistazo rápido por encima, pero toda mi atención fue captada por un regalo que estaba separado del resto.

Una caja envuelta en la cómoda, y encima de esta un pequeño papel doblado, lo abrí y nada más que una frase escrita a mano.

Los latidos de mi corazón aceleraron como si estuviera corriendo una maldita maratón.

sólo quedan 365 días

crush 𝘗𝘦𝘥𝘳𝘪 𝘎𝘰𝘯𝘻𝘢𝘭𝘦𝘻Donde viven las historias. Descúbrelo ahora