Parte 11

3 1 0
                                    

Cada vez que veía cómo Tito le enseñaba sus juguetes a Minseok, me moría de amor. Por fin, tenía una razón para suspirar y sonreír.

Habían pasado dos meses y en una semana mi niño tendría su primer cumpleaños con su padre. Me emocionaba tanto que olvidé como ese hombre despiadado me arrebató la inocencia y me dejó sola con su semilla plantada en mi vientre.

Me llenaba de ilusión verlo en nuestras vidas. Pero, debía ser sincera conmigo misma más que con otra persona: Él no me amaba y lo sabía.

—Minseok ¿Podemos hablar un momento?

—Por supuesto, en un momento voy.

Deja al pequeño jugando con unos juguetes y viene a mí. Al estar frente a mí, noto lo alto que es a comparación de mi estatura pero ¿Eso de que sirve ahora?

—Quiero hablar contigo sobre nosotros.

—Empiezo yo, entonces. ¿Sabes lo complicado que es estar a tu lado y pretender que siento amor por tí? Es una verdadera pesadilla. De ser por mí, jamás habría venido.

—No entiendo ¿Por qué? Se supone que..

—¡Has silencio! ¿Sí? A nadie le importa tus sentimientos.

—Entiendo, estaré bien. Puedes irte, no te molestaré.

—Dios, esperaba que dijeras eso. Hasta nunca Ceci.

Se va. Dejándome igual de sola que antes.  Desaparece como la primera vez, pero en esta ocasión pude sentir un dolor diferente. Era como si supiera que pasaría pero me negaba a aceptarlo. ¿Por qué creería que un hombre como Minseok mejoraría como persona solo por alguien como yo? ¿Por qué seguiré siendo esa misma mujer tonta e ingenua de siempre? Sin esperarlo, mis lágrimas salen unas tras otras, haciéndome ver debil y estúpida.

De pronto, unas tiernas manos tiran de mi blusa. Giro mi mirada y me encuentro  con la mirada de mi pequeño hijo, quien me observaba con esos enormes y redondos ojos. Esos mismos que me miraron hace tres años atrás, cuando aun era un recién nacido.

—¿Mamá? ¿Y papá? ¿A dónde se fue? –Preguntaba mientras introducía el pulgar a su boca y sostenía su peluche.

—Él se fué, decidió que no viviría con nosotros.

—¿Qué haremos entonces mami?

—Estaremos viviendo en una habitación, encontraremos la manera de encontrar un hogar feliz.

—¿Te digo algo mami? Si vamos a vivir en un lugar feliz debemos ir donde Lay. Él es bueno y lo quiero mucho.

Sonrío por lo adorable de su comentario. A decir verdad, también quería ir a donde él, pero ¿Su esposa me aceptaría? ¿Sería capaz de permitirme quedarme? ¿Lo llegaría a tolerar si quiera?

—Escucha Tito, Yo quiero a Lay tanto como tú pero no podemos abusar de su hospitalidad y confianza. Podemos visitarlo los fines de semana pero solo en esos momentos podremos estar a su lado ¿Entiendes?

—Está bien mami, lo siento.

—Hace frío, regresamos a casa.

Tomo en brazos a mi hijo y volvemos a casa. No solo por el frío que había comenzado a aparecer sino por el taller que debía hacer Tito. Si mi intención es enseñarle ser responsable, debo empezar desde ahora. De lo contrario, sería imposible hacerlo.

-

Me encontraba esperando a mi hijo, él saldría pronto del colegio. Me era imposible reconocer que ya cumplió cinco años, a penas sentía que ayer era tan solo un bebé de diez meses. Pero a la vez me sentía la madre más orgullosa, pues Tito se convirtió en presidente de primaria. Y eso definitivamente es un motivo de enorme felicidad.

Unas manos cubriendo mis ojos es lo que me hace salir de mis cavilaciones, no hacia falta adivinar de quienes eran. De inmediato una sonrisa aparece en mi rostro, el único que me sorprende de esta manera es Lay, una de las personas más importantes en mi vida.

—¿Quién soy? –Interroga, cambiando el tono de su voz.

—No te hagas Lay, sé que eres tú –Río.

—Cómo me conoces de bien –Retira sus manos y besa mi mejilla a la par que me abraza por detrás.

Sonrío sonrojada por la acción. Sabia cómo hacerme sentir cómoda, aun sin la necesidad de estarlo. Suspiro al darme cuenta que él también es casado, y debo olvidar todo lo relacionado a los sentimientos. Pues el que se encarga de desilusionarme se fue hace dos años, dejándome nuevamente sola y así serán las cosas siempre.

—Lay, mi hijo saldrá del colegio y quisiera que los tres pasáramos un rato.

—Lo lamento querida, no puedo hacerlo. Tengo una hija pequeña de dos años, tal vez en otro momento sí.

—No lo hago por mí, sino por mi niño. Él te quiere y hace días no te ha visto.

—Ceci, También lo quiero pero mi esposa no está de acuerdo que salga mas contigo que con mi familia.

—Tranquilo, puedo entender.

—Pero podemos salir otro día. Mañana puede ser.

—Mañana voy a estar ocupada y Tito saldrá a una excursión con unos compañeritos, ambos no tendremos nada de tiempo. Lo siento.

—¿Y pasado mañana?

—Pasado mañana Tito y yo estaremos todo el día practicando cocina y jardinería.

—¿Qué hay de la próxima semana?

—La próxima semana nos vamos a mudar.

—No habrá tiempo para nosotros los fines de semana. ¿Lo sabías?

—Lo tengo muy en claro Lay. Yo no quiero interferir en tu relación con tu esposa y mucho menos querré arruinar una familia.

—Pero,..

–Mamá, Ya estoy aquí. Me dejaron tarea de geografía y no quisiera tardar demasiado –Habla algo acelerado.

Suspiro y dirijo mi atención a Tito.

—Está bien pequeño, en cuanto lleguemos a casa la haremos. Despídete de Lay.

—Adiós Lay. Espero podamos vernos pronto.

Menciona antes de tomarme de la mano y guiarme al auto e irnos a casa. En todo el trayecto no dejé de pensar en todo lo que ha pasado hasta ahora. La confirmación de mi embarazo, darle la noticia al inútil de Minseok, el día del parto y mi momento favorito, Cuando tuve en mis brazos a Tito. Esos recuerdos unidos al momento en que Lay y yo nos vimos por primera vez hace  recrear un dolor amargo y me obliga a llorar por primera vez frente a mi hijo. Como la vista se me nubló, decido frenar el auto y esperar un rato hasta sentirme mejor.

—Mamá ¿Estás bien?

—No pequeño, no estoy bien –Logré decir, con un hilo de voz–. Nunca lo estuve.

—¿Qué tienes? –Pregunta con obvia preocupación.

—Es sobre Lay, nuestros encuentros me están haciendo sentir cosas que he tratado de evitar.

—¿De qué se trata?

—Creo que lo amo. No sé como pasó, solo eramos amigos.

—Tranquila mami, él tambien te ama. Desde hace un tiempo lo ví, ambos se corresponden locamente.

Esas palabras no eran para nada de un niño de cinco años. ¿Cómo es que Tito puede hablar con tanta sabiduría? ¿Será posible que él lo sabía desde antes? ¿Y aún sin entender de estos temas? Nada más mirarlo y ver en su semblante una determinación incansable me hace pensar en que hablaba muy en serio. No estaba bromeando, así que suspirando y secando  mis lágrimas, tomo nuevamente el volante y retomo el camino. Cuando llegamos a casa, el pequeño no dijo nada y solo se fue a su habitación, suponía que haría su tarea solo, por esa razón lo dejé irse. Necesitaba un momento para mí, pensar en lo que acabó de pasar y buscar una solución para ya no sentirme tan apenada con mi pequeño.

¡¡Amar en grande!!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora