🌀 CAPÍTULO 2 🌀

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Elizabeth

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Elizabeth

Estaba acostada acariciando al nuevo integrante de la tripulación. El pequeño Milo ronroneaba cada vez que ella pasaba su mano por su cabeza. Adham seguía dormido, pero los rayos de luz comenzaban a colarse por las ventanas de la habitación. Poco a poco, él fue abriendo los ojos y Elizabeth se giró hacia él, sosteniendo al gatito en sus manos.

—Buenos días, cuervo —dijo ella, admirando sus hermosos ojos azules.

—Buenos días, pequeña —respondió Adham con una sonrisa.

Se acercó para besarla, pero justo cuando estaban a punto de juntar sus labios, Milo soltó un maullido fuerte. Adham, sin darse cuenta, lo había aplastado.

—¡Pobre Milo! —exclamó Elizabeth, tomando al gatito y acariciándolo para calmarlo.

—Maldita bola de pelos —murmuró Adham con fastidio.

Elizabeth le lanzó una mirada asesina.

—Será mejor que nos vistamos y volvamos al granero de los Kane —dijo mientras se levantaba de la cama y comenzaba a ponerse el pantalón.

Observó a Elizabeth, quien seguía con su camisa puesta. Cuando ella se la quitó, dejó al descubierto las cicatrices en su espalda, abdomen y pecho. Adham no pudo evitar sentirse culpable por no haberla rescatado antes de que la hirieran. Elizabeth se levantó de la cama y recogió sus prendas, mientras él intentaba alejar esos pensamientos de su mente.

Ya vestida, Elizabeth se ató el cabello, que ahora le caía justo por encima del pecho. Habían pasado varios meses desde que empezó a crecer de nuevo. Al mirarse en el espejo de la habitación, notó que Adham no dejaba de observarla con fascinación.

—¿Por qué me miras tanto? —preguntó ella, girándose hacia él con una sonrisa tierna.

—Porque eres la mujer más hermosa que han visto mis ojos —respondió Adham acercándose a ella.

Le tomó la barbilla y sus labios se unieron. Luego, ella se separó, pero él sonrió y depositó un beso en su mejilla.

Elizabeth se apartó con una sonrisa y tomó a Milo en sus manos. Buscó algo en lo que pudiera llevarlo y encontró una pequeña mochila verde musgo, desgastada. Colocó al gatito dentro y Milo la miró con ojos asustados.

—No temas, Milo. Pronto estaremos en casa —le dijo, dándole un beso en la cabeza antes de cerrar la mochila.

—Ya podemos irnos.

—Perfecto, creo que hoy nos marchamos de Mantarini.

Salieron de la habitación, recorrieron el pasillo y salieron por la ventana que habían abierto la noche anterior. Descendieron por la colina hasta llegar al granero, donde ya todos estaban despiertos. Al verlos entrar, todos sabían lo que había ocurrido la noche anterior.

Contra tiempo ✔ [#2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora