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La lluvia caía con abundancia en la gran ciudad de Tokyo, el día de hoy a pesar de las grandes nubes que tapaban el sol me encontraba en un gran parque de diversiones. Estaba cerrado y no había ningún alma viva por este lugar desolado, un perfecto día para asistir.

A mis pies habían unos charcos de un bello rojo carmesí que se mezclaban con el agua, daba igual cuantas manchas hubieran, todo era común después de unos años.

Estaba con un arma en mi mano practicando el tiro en el blanco, era una pequeña distracción luego de haber cumplido un arduo trabajo en esta tarde. Estaba mojandome sin tener un gran techo donde cubrirme, pero eso daba igual, hace mucho tiempo le había quitado la importancia a mi bien estar.

Había matado a cinco chicos el día de hoy, un grupo que había estado de fugitivos por once años sin dar señales de vida, pero luego de mi gran progreso en el mundo de la delincuencia pude obtener el poder suficiente para encontrarlos y matarlos lentamente. Quería esa venganza hace mucho tiempo atrás y no estaba arrepentido de nada, aún que estar en ese lugar me hacía sentir culpable de todo.

Había seguido a Mikey durante estos años para rellenar aquel vacío que se había formado desde ese día. Éramos amigos desde muy pequeños y fue participe de un leve trauma que había generado con el tiempo, pero hoy, estaba dispuesto a seguirlo sin importar que. Había puesto mi vida como su protección y no tenía ningún otro modo de quitar aquella oscuridad que me llevó junto a él.

Empecé a alejarme del lugar guardando el arma en uno de mis bolsillos, mi traje rosa estaba manchado con pequeñas manchas rojas por tanto esfuerzo que tuve al matarlos. Arregle mi cabello sintiendo unas gotas caer en mi rostro gracias a la lluvia que me había empapado por completo.

-Señor Sanzu, permitame.

Aquel sujeto coloco un paraguas arriba de mi persona cubriendome de la lluvia, aún que era algo en vano, ya estaba lo suficientemente mojado como para agarrar un resfriado.

Nos subimos al auto sin importar que mojara los asientos traseros, tenía el dinero suficiente para tomar otro y otro hasta cansarme, ya que no tenía ninguna manera de gastarlo, no tenía ningún sueño que cumplir y mucho menos que satisfacer.

-Detente en la esquina.

-Pero-

-Que te detengas en la esquina, debo hacer una parada.

-Esta bien.

Al siguiente semaforo, nos detuvimos en un callejón para tener cuidado de no ser vistos, era claro que podía verse sospechoso pero conocía estas calles, lo suficiente para saber que no habían cámaras en esta parte y era un punto ciego a mi favor.

Solté un pesado suspiro escuchando mis pasos resonar en el lugar mientras me acercaba, llevaba un oso panda de peluche que había tomado en uno de los juegos en el parque de diversiones, era algo que hacía todos los años.

Me detuve frente a la lápida dudando un poco de lo que estaba haciendo hoy, pero estaba acostumbrado. Esta sensación de duda la había vivido desde la primera vez que había venido a este lugar y la culpa me comía por las noches cuando no sentía desesperación.

Me senté de piernas cruzadas en el suelo dejando el oso de peluche en un espacio de obsequios que tenía la lápida, mientras que sacaba el antiguo oso panda para llevarlo conmigo.

Le había prometido darle un oso panda la próxima vez que vinieramos juntos a ese lugar, pero hoy solo puedo ir yo a ese lugar tan eufórico.

Cada año que cumplía un año más acá le traía uno de regalo, mientras que el anterior me lo llevaba a casa para mantenerlo guardado como un pequeño y doloroso recuerdo.

Superar || Sanzu HaruchiyoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora