Sentada en la playa

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Comencé a correr. Buscándola por todas partes, por todos los lugares donde habíamos pasado momentos juntos.

- ¡Luna! - Comencé a entrar en cualquier parte. - ¿Habéis visto a Luna?
- ¿La has buscado en la playa? - Me preguntó el camarero que la había visto hacerse mujer. Salí corriendo hacia su creador de mundos.

Estaba sentada en la arena, bajo la luz de aquel asteroide, reflejada en las olas que removían los granos de arena a sus pies.

Me puse a su vera. - ¿Me puedo sentar?
Asintió con la cabeza, sin dejar de mirar al fin del mundo.

Soplaba una brisa leve. La piel le brillaba, al igual que sus ojos, color otoño. Desprendió una lágrima y se apoyó en mi hombro. El mundo estaba parado y podía seguir así hasta que levantásemos la mirada.

Hubo un momento de silencio. Le acaricié la mejilla suavemente. - Todo va a salir bien, ¿Me oyes? - Le dije susurrando.

Cerró los ojos y comenzó a llorar, haciéndose una con el mar.

- Te quiero, y esperaré tu vuelta por siempre. - Se secó el pequeño río que había formado ya. Y con los ojos aún empapados de futura nostalgia, me tomó entre sus brazos.
- Yo también te quiero. Pero ahora necesito estar sola.
- Te esperaré aquí. - Sabía que no volvería a verla.

La abracé lo más fuerte que pude y la dejé marchar, dirección el fin del mundo.
Comenzó a sumergirse poco a poco hasta hacerse una con el todo. Las olas tomaron toda la luz que recibían de aquel asteroide con su mismo nombre, y se desvaneció con su destino.

- Hasta siempre.

El árbol de las ardillasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora