Estaba sentada al lado de Claire. Olía muy bien, pero ni siquiera se había interesado por mirarme. Damien, en cambio, había dicho:
- Vaya sí que te has puesto guapa.
Tuve que pedirle a André que me llevara a la cocina a por algo de beber para que no viera lo roja que me había puesto. Noté la mirada de Damien encima de mí mientras salía del comedor.
Ahora había música de fondo, canciones en francés que no conocía. Michelle se estaba quejando de su vecina mientras fumaba algo que dudaba que fuera solo tabaco.
- ¿Quieres?- me preguntó Damien, que acababa de hacerse uno.
Negué con la cabeza y él sonrió. Menos mal que no había bebido mucho porque esa sonrisa me hubiera hecho decir cosas muy estúpidas.
Enzo sí lo aceptó. Le di un golpe en el brazo.
- ¿Tú desde cuándo fumas eso?- le preguntó.
- Ay, se me olvidaba que estabas aquí - dijo, dándole una calada -. Bueno, ahora que has entrado en la mayoría de edad ya te lo puedo decir. ¡Sorpresa!
- Hablad en francés que nos tenemos que enterar todos - reprochó Michelle.
Es verdad que cambiar el idioma nos resultaba muy sencillo. Yo hablaba italiano con toda mi familia excepto con mi madre. Entonces, no estaba acostumbrada a dirigirme a Enzo en francés.
- Déjalos, el italiano me pone - dijo André, como si fuera la cosa más normal del mundo.
- Menos si lo habla la italiana del crucero - le dijo Damien.
Nos explicaron que en el instituto fueron de crucero y les toco compartir con unos italianos. Una de ellas, quería tener algo con André y a él no le gustaba nada. Decidió liarse con su mejor amiga.
- ¿Tú ves aquí a la italiana esa?- preguntó él -. Aquí están Luna y Enzo que... hablan un italiano muy interesante.
- ¡No nos queda hielo!- exclamó Michelle, que iba a la suya -. ¿Alguien me acompaña a comprar?
Me ofrecí voluntaria, necesitaba que me diera un poco el aire, en esa casa olía un poco a marihuana y alcohol.
Vimos que Michelle llevaba más copas de las que debía y decidimos que se quedara. Iba a ir yo sola, pero Damien me lo impidió.
- Luna, son las dos de la mañana - me recordó.
Salimos de casa de André. Joder, ya estábamos los dos solos. ¿Por qué me ponía nerviosa? Había una clara distancia entre nosotros.
- Te noto tensa - me dijo -. ¿Quieres un masaje?
- Tengo frío - excusé, sin mucho sentido porque era verano.
Probablemente no me creyó, pero no insistió mucho más.
- La tienda no está muy lejos.
Me enteré que muy a las afueras, había una tienda 24 horas. La verdad es que estaba desierto y muy oscuro, menos mal que no estoy sola.
- ¿Sabes que si hablas dejas de tener frío?- mintió, tratando de hacer que habláramos -. O si bebes. Prueba la primera.
- Me gusta más escuchar que hablar - comenté -. Soy casi la pequeña de la familia, lo he desarrollado.
- Por suerte para ti, me encanta hablar - dijo -. Como soy hijo único, a veces hablo solo, también se desarrolla.
Me reí. No era nada gracioso pero me reí. Damien sonrió, entre orgulloso y confuso.
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Lluvia de estrellas
RomanceLuna Mancini, una joven que va a embarcarse en su primer viaje fuera de de Italia. Visitará las calles de La Rochelle, acompañada de sus nuevas amistades y de él, el chico que le gusta.