Me apetecía mucho el plan de los bolos, la última vez que fui tenía ocho años. He de admitir, que les gané a todos esos niñitos. Me regalaron un peluche.
Fui con Enzo a casa de Damien a recogerlo. Alina y Vivi ya estaban de camino con Michelle y André. Si no nos abría la puerta, no teníamos claro cómo ir hasta los bolos porque ninguno de los dos conducía.
Llamé y, por desgracia, quien abrió la puerta fue su padre y no él. Enzo frunció el ceño, claro.
- Oh, la chica de la cena otra vez - recordó, mirándome de arriba abajo sin ningún tipo de reparo.
- Perdone, ¿está Damien?- preguntó Enzo, poniéndose delante de mí delicadamente.
Su padre rio, se había dado cuenta del gesto.
- ¿Eres su novio?- le preguntó a Enzo.
- No, soy su hermano - contestó, molesto -. ¿Le importa mucho?
No le hizo ninguna gracia, Enzo seguía mirándole desafiente como si le diera igual. Bueno, que hicieran lo que quisieran yo no me iba a meter.
- Pasad, supongo que mi hijo bajara en cualquier momento - ofreció, sonriendo amargamente.
- Muchas gracias - dije, entrando de la mano de Enzo, que seguía cubriéndome el cuerpo como podía.
Nos sentamos en el sofá y esperamos un buen rato, hasta me planteé que Damien no iba a bajar y lo mejor era irnos. Enzo se estaba poniendo nervioso porque cierto señor no paraba de mirarnos fijamente. Por suerte, Damien bajó con unos pantalones que le quedaban como si los hubieran hecho solo para él y una camiseta que remarcaba todo lo que tenía. Vale, necesitaba olvidarme de lo de aquella mañana.
- Papá, te había dicho que me avisaras si venían a buscarme - le recordó, yendo a beber agua.
- Si dejaras de meterte ahí arriba a perder el tiempo con pinturitas y porros, no haría falta que nadie te avisara - dijo.
Enzo suspiró y yo me puse de pie, no sabía muy bien para qué pero lo hice.
- Si tuviera una vida tan vacía como la tuya, supongo que me enteraría - reclamó Damien, cogiendo un par de cosas y abriendo la puerta para que nos fuéramos.
Ninguno dijo nada hasta que subimos al coche, Enzo detrás y yo de copiloto.
- Lo siento por eso - dijo en cuanto arrancó.
- Has hecho bien - le dije, posando mi mano en su pierna.
Damien sonrió y suspiró con fuerza. ¿Cómo podía alguien ser tan guapo?
- Sí, no te mereces que te hablen así - apoyó mi hermano, haciendo que se riera.
Como no, Enzo se encargó de que la conversación no muriera. Básicamente, porque no le dio tiempo a empezar antes de que pidiera poner música y cantarlas realmente alto.
Sorprendentemente, Damien se sabía la mayoría de las canciones de Madonna. Yo le miraba muy sorprendida.
- ¿Qué?- preguntó, cuando terminó "Ray of Light" -. ¿No te lo esperabas?
- Hombre... pues no te pega mucho con ese rollito de chico misterioso que llevas escuchar a Madonna - respondí.
- A mi madre le encanta - añadió, aparcando el coche -. Hemos ido a casi todos los conciertos que ha hecho en Francia.
- ¿Has ido a sus conciertos?- exclamó Enzo, alucinando -. Yo fui a uno hace un par de años, me encantó.
Bueno, y así estuvieron hablando de lo que increíble que era Madonna hasta que entramos dentro y por fin me pude librar de ellos. Tenía más cosas en común con mis hermanos que conmigo.
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Lluvia de estrellas
RomanceLuna Mancini, una joven que va a embarcarse en su primer viaje fuera de de Italia. Visitará las calles de La Rochelle, acompañada de sus nuevas amistades y de él, el chico que le gusta.