Mis padres estaban en una excursión organizada por el hotel y Vivi se había ido con ellos. Alina estaba en su mundo y Enzo quería explorar el verdadero.
– Venga, vamos a la piscina – pidió.
Tras tantas insistencias, se me complicó negarme. Tampoco es que tuviera nada mejor que hacer. Le preguntamos a Alina si le apetecía venir, pero nos dijo que si bajaba a la piscina era solo para ahogarse. Nos lo tomamos como un no.
– Qué bien te queda ese bikini – me dijo, lanzándome una toalla para que me tapara -. Vas a hacer que se fijen solo en ti.
Me reí aunque no fuera cierto. Yo no destacaba entre la gente. Quizá podrías pensar que algo en mí es bonito, pero no pensarías que yo lo soy.
Mientras llegábamos a la piscina, André y Michelle se cruzaron con nosotros. Él le estaba haciendo cosquillas mientras ella le insultaba.
– Oh... - dijo André, poniéndose recto –. Hola, chicos. ¿Vais a la piscina? ¿Os puedo ayudar en algo?
– No, no te preocupes – dijo Enzo, sonriendo.
Entramos. Damien estaba dentro de la piscina y la chica de la noche anterior, estaba sentada fuera, con las piernas dentro de la piscina. Llevaba una sudadera marrón muy larga.
– Uy, el rubito... – me dijo Enzo al oído.
Lo dejé estar, no merecía la pena decirle que me daba igual que estuviera ahí.
Detrás de nosotros entraron Michelle y André. Este último se lanzó a la piscina de cabeza.
– ¡Ya he acabado el turno! – celebró.
Enzo se quedó mirándole, pero en cuanto se dieron cuenta, decidió meterse a la piscina. Un poco alejado de los tres amigos.
– Hola, por cierto – escuché que decía la pelirroja –. No nos hemos presentado. Soy Michelle.
– Yo soy Luna, encantada – respondí.
Esperaba darle la mano, pero me abrazó.
Se agachó para sacar unas botellas de su bolsa, eran de alcohol. André le gritó que se metiera enseguida en el agua y les diera.
– Vamos, Luna – me animó.
Ay, Dios...
Mi hermano estaba en su gloria. Le gustaban las fiestas y encima se desenvolvía muy bien en ellas, le gustaba la gente. Yo era mucho más reservada y me daba vergüenza aquello.
Entramos al agua. André molestaba a la chica que estaba fuera, salpicándola y ella le propinaba insultos. Damien acababa de dejar de nadar. Le miré, tenía el pelo húmedo y estaba muy guapo.
Se dio cuenta y empecé a bucear. No quería sonrojarme delante de ellos. Especialmente delante de él.
Al salir, mi hermano ya tenía una de las botellas en la boca. Después mis padres le reñían, pero le daba igual porque prefería pasárselo bien.
– Oye, contadnos algo de vosotros – animó André, poniéndose al lado de mi hermano para compartir la botella –. Os vais a quedar aquí durante todo el verano, ¿no? Tendremos que conocernos.
– Emmm... – empezó mi hermano –. Sí, claro, yo soy Enzo y tengo 20 años. Estudio economía.
– Nosotros también tenemos 20. Menos Claire – dijo Michelle, señalando a la chica de la sudadera –. Ella tiene 17.
– Mi hermana Vivi tiene 16, igual podemos presentaros – dijo Enzo con una sonrisa –. Le gusta la moda y...
– No creo que sea buena idea – dijo Claire, frunciendo el ceño.
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Lluvia de estrellas
Storie d'amoreLuna Mancini, una joven que va a embarcarse en su primer viaje fuera de de Italia. Visitará las calles de La Rochelle, acompañada de sus nuevas amistades y de él, el chico que le gusta.