Vıserчs Tαrgαrчen.

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De padre a hijo se ha ido pasando el apellido Targaryen con gran orgullo. Generación tras generación de vampiros que crearon un enorme legado, uno que ahora estaba en mis manos y bajo mi protección. 

No solo estas tangibles tierras en Rumanía, estos muros y paredes de piedra que conforman el castillo Valyria. Se trata de un prestigio superior al que cualquier vampiro convertido o de sangre sucia podria jamás imaginarse.  Eramos mundialmente respetados, venerados como unos mismísimos dioses terrenales. Colonias de vampiros a nuestros alrededores, ocupando el país como si de un árbol expandiendo sus raíces se tratase.

La satisfacción máxima de esta vida, como me dijo mi tío abuelo, es morir una vez ya no tienes nada más que hacer en tu vida, por decisión propia. Cuando hay hijos ocupando las decenas de habitaciones, cuando hay sobrinos que te miran con admiración. 

Puede ser que me sintiera insatisfecho en varias ocasiones, cuando mi mujer Aemma fue incapaz de darme más que una preciosa hija. No es sencillo para nosotros los vampiros tener criaturas, se trata de una probabilidad excepcionalmente baja que requiere muchos intentos, pero por más que lo intentásemos, era como si el útero de mi mujer ya no quisiera funcionar. 

La decisión fue difícil, pero yo no tuve que tomarla. Fue ella una noche la que vino a mi tras verme cabizbajo respondiendo a una de las cartas de mi hermana, diciéndome que había hablado con los Hightower y que estarían encantados de casar a su hija con nosotros.

Era una mujer joven Alicent, una que llamó nuestra atención desde el momento cero en el que la vimos, aunque no solo la nuestra sino la de Rhaenyra también; Alicent había sido su amiga, ambas habían acudido a numerosos bailes y fiestas junto con otras hijas de matrimonios de pura sangre. Claro que aquello no lo supimos hasta que una noche, días después del matrimonio, Rhaenyra lo soltó en forma de gritos. Era tan solo una adolescente que apenas y podía controlarse, no la culpamos cuando rompió muebles, pero con Aemma tuvimos claro que debíamos hallarle pareja antes de que ella decidiera salir fuera y encontrarse acompañante por sí misma. 

Somos como antes dije, pura sangre. Esto significa que nos debemos mantener así; casándonos entre familias o entre casas de los que somos iguales, como ocurrió con Alicent o Aemma. Romper esta tradición conlleva una vergüenza y humillación impresionantes, así como una considerable bajada de prestigio.  Tras hablarlo con los Velaryon lo decidimos; el siguiente invierno casaríamos a Rhaenyra y Laenor Velaryon.

En cuanto a mi matrimonio, pronto descubrí que ver a Alicent y Aemma charlando en la lejanía me traía una paz considerable, pero lo que como un pequeño zumbido estaba perturbando mi mente era ver como mi mujer trataba a la otra como si fuese su hija. No la podía culpar al fin de cuentas, tenía la misma edad que Rhaenyra. 

El deber es deber, y la necesidad de mantener mi estatus y el de la familia era algo absolutamente necesario. Quizás no con tanta pasión como con la que tenía relaciones con Aemma, pero finalmente conseguimos crear nuestro primer hijo al que llamamos Aegon. 

La felicidad fue notable, no solo la mía sino la de Aemma. Tal vez para Alicent aún era duro visualizarse con la tripa hinchada, pero para nosotros fue un regalo divino. No sabíamos sin embargo que tras parir la personalidad de mi segunda mujer cambiaría tanto. Se obsesionó con su bebé, tanto que no salía del cuarto, que no dejaba que otros lo visitasen y ni siquiera acudía a las cenas. 

"Me lo queréis quitar" dijo una noche, cuando entré por la puerta para comprobar su estado. No pude sino hacer lo que cualquier otro haría en mi lugar; pedir refuerzos que me ayudasen a quitarle el niño y encerrarla en un calabozo. Un humano enfadado puede llegar a ser peligroso, pero una madre vampira que acaba de dar a su hijo, aquello era como un maldito desastre natural.

HOUSE OF BLOOD -  VAMPIRE AU.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora