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Dicen que todos tenemos escrito un destino, uno con el que algún día te encontraras o que tal vez te encuentre antes

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Dicen que todos tenemos escrito un destino, uno con el que algún día te encontraras o que tal vez te encuentre antes.

Todo ocurrió por una persona. Era  alguien especial que volví a ver después de muchos años.

Lo recuerdo muy bien era un día de primavera, el clima parecía perfecto, pero sabía que algo así en mi trabajo no existe. Todos los días muere alguien y un día hermoso no hará la diferencia.

Mientras caminaba por Yoojung-ro vi muchas parejas tomándose fotos junto a los árboles de cerezos. Sonreían felices, un grupo de amigos reía y más allá había un hombre haciendo una propuesta de matrimonio.

Para todos era un día encantador. Me pregunte si tal vez vería a alguno de ellos después y desee eliminar ese pensamiento. Antes de que pudiera pensar algo más sonó la alarma de mi celular.

3:17 pm

Me apresuré a sacar mi teléfono y cuando me gire para ir hacia la otra dirección, me choque con alguien que venía en la dirección contraria.

—Disculpe— dijo ella inclinando la cabeza.

Y ahí vi su rostro. No la había olvidado.

Ji Eun.

Sólo que a diferencia de antes, su expresión había cambiado. Se veía más feliz.

La vi alejarse y llegar a dónde una esquina donde había un gran árbol de cerezo. Alzó la mano y vi que apareció un chico. Al instante ella sonrió.

Y lo entendí.



3 años antes

Di un chasquido y aparecí en el ala este del hospital. Y ahí estaba aquel hombre que hasta hace unas horas había visto caminando feliz con su esposa.

Los médicos corrían y gritaban, pero ya no había nada que se pudiera hacer. El hombre se dio cuenta que lo estaba observando y me miro

—¿Qué sucede porque ellos no me pueden ver?— decía

—Su tiempo en la tierra de los vivos ha terminado.

—¿Estoy muerto?

—Mi esposa está embarazada. ¡¡No puedo morir ahora!! NO PUEDO— dijo desmoronándose.

—Se lo suplico... Quiero ver a mi hijo crecer...

Había visto tantas veces esta escena que parecía que me había acostumbrado, hable con la voz normal de siempre y lo mire.

—He venido por usted. Debe acompañarme.

El hombre miro por última vez a su esposa mientras lloraba. El también estaba llorando. Vi que le costó apartar la vista, pero lo hizo.

Se mantuvo callado mientras avanzábamos por el corredor, me detuve en la puerta del ascensor y cuando las puertas se abrieron el hombre dudo al ingresar.

Las puertas del destinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora