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Un día. Un día era lo único que debía esperar Xiao Zhan para sentirse tranquilo una vez más, pero sin embargo, no podía 

dejar de percibir la extrema preocupación que invadía cada arteria de su cuerpo.

Podría comenzar a sentirse aliviado, aun así, no por completo sosegado. Los días anteriores, juró estarse volviendo loco por la infernal culpa que lo carcomía; y es que no podía ver el rostro de su tía sin sentir enormes ganas de golpearse a sí mismo, y obviamente, también a Wang Yibo.

El pelinegro tan sólo podía centrar su mente en una sola respuesta, y aquella se cumpliría al día siguiente, cuando Wang Yibo estuviese abordando un tren a su hogar, lejos de él una vez más. Y es que demonios, así debería ser, primeramente.

Después de aquel día, luego del entierro de su abuelo, y también, después de haber follado sobre la mesa, juró no volver a salir de su habitación por las próximas tres décadas. De igual manera, él no pudo hacer tal cosa, y aunque hubiera querido, Wang Yibo debía dormir a su lado una vez más. Desde luego, él no podía volver con el tema anterior, sobre dormir en el sofá o en algún otro lugar aislado del castaño , y no obtuvo más remedio que soportarlo de nuevo. Aunque ese día, ni siquiera fue capaz de dirigirle la palabra.

Xiao Zhan se encontraba muy enojado. Demasiado. Y tan sólo podía pensar en lo desconsiderado que resultó ser Wang. Por supuesto, él se sentía asquerosamente mal con respecto a lo que habían hecho, pero de igual manera, podría jurar que a su 

primo no le importaba absolutamente nada. Aquello, de alguna forma, le hacía sentir ridículamente impotente.

Más aún, porque no podía dejar de pensar en lo malditamente caliente que era su primo.

Wang Yibo había estado ocupando sus pensamientos los últimos días que estuvo en su casa; los cuales realmente, no fueron demasiados. Sin embargo, en aquel corto plazo de tiempo, siquiera volvió a echarle una mirada. Y es que temía enormemente volver a caer en sus estúpidos e infalibles encantos.

No sabía qué demonios tenía Wang Yibo, 

obviando el hecho de su precioso rostro o su escultural cuerpo. Xiao Zhan se sentía frustrado; obtuso a creer que, realmente, ellos habían follado. Dos veces.

De alguna manera, Xiao pensaba que si Wang Yibo se iba pronto, él podría superarlo y enterrarlo; pero sabía que las posibilidades de que aquellos sucesos se borrasen de su mente, eran de una en mil millones. Había sido magnífico, y ya estaba cansado de seguírselo negando. Igualmente, aquello no significaba que Xiao Zhan quisiera repetirlo, aunque las tontas fantasías que cruzaban por su cabeza en indeterminados segundos, parecían decir todo lo contrario.

No lo soportaba, y Xiao Zhan estaba 

comenzando a sentirse infinitamente sulfurado con su presencia. Si tenía suerte, el día siguiente llegaría pronto y no tendría que volver a observar el lascivo gesto de su primo; y por Dios, juraba poder golpear todo su rostro si continuaba insinuándosele de aquella asquerosa manera. Sin embargo, lo que mantenía la furia de Xiao intacta, era el portentoso deseo que lo hacía querer tirar al castaño  sobre el piso y devorarlo completamente.

Porque, Wang Yibo estaba demasiado bueno.

Sentados en la mesa de un restaurant, Xiao Zhan mordía su labio y jugaba con las servilletas en sus manos; completamente 

ignorante a la conversación que mantenían sus padres con la madre de Wang Yibo y éste mismo. Sinceramente, no le interesaba el poder intercambiar sus últimas palabras amigables con su primo, antes de que éste se marchase al día siguiente, pero tampoco podía evitar detenerse por segundos a reparar en la charla que se desataba sobre el comedor.

𝑫𝒐𝒏'𝒕 𝒕𝒆𝒍𝒍 𝒐𝒖𝒓 𝑴𝒐𝒕𝒉𝒆𝒓𝒔 [𝒀𝒊𝒛𝒉𝒂𝒏]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora