EPÍLOGO

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El cabello negro y completamente reluciente de Xiao Zhan , brillaba bajo los incandescentes rayos de sol que lo golpeaban con sutileza. Sus ojos color 

negros rodaban de aquí para allá, admirando como los autos pasaban a su frente, y las personas le echaban discretas miradas por encima del hombro. Sus nervios habían decidido enloquecer de una torturadora manera, y las ansias que corrían a través de sus venas como si éstas fueran pistas de carrera, le hacían mantenerse increíblemente atento.

El clima se encontraba cálido, demasiado para sus brazos enfundados en una chaqueta negra. Sabía que había tomado una mala decisión al ponerse aquella vestimenta, pero tampoco fue conscientemente advertido del inesperado sol que arreaba a la completa ciudad. Su labio estaba lastimado gracias a sus dientes, los cuales lo atacaban sin piedad alguna, y su pierna habría sufrido un ligero 

calambre debido al constante repiqueteo que ocasionaba su pie contra el suelo asfaltado. A un lado de él, el enorme equipaje observándolo con anhelo, y sus manos rígidas posadas sobre su rodilla, sintiendo como su corazón latía de una manera más fuerte segundo a segundo.

Habían pasado cuatro meses. Demasiado tiempo para su gusto, pero finalmente, ellos lo habían logrado. Cuando un taxi se detuvo frente a él y admiró el jocoso rostro observarlo desde la ventanilla del acompañante, Xiao soltó completamente el aire. Sus pulmones sintiéndose agotados y sus fosas nasales ampliándose ante la portentosa descarga que las acarreó de un momento a otro.

Con un grácil y rápido movimiento, Xiao Zhan  se incorporó sobre sus pies, cogiendo el maletín en su mano y evitando la ridícula sonrisa que desde hacía segundos, deseaba estirar tremendamente sus mejillas. Los ojos avellanados siguiendo todos y cada uno de sus movimientos hasta meterse en el auto, y el aroma de su exquisitamente varonil colonia, hundiéndolo en su propio lago de deseo.

— Hola, bombón — saludó el castaño, admirando el rostro aparentemente sonrojado de Xiao por el retrovisor. El conductor reanudando su marcha, y la sonrisa en el rostro de Wang estirándose de una manera aterradora.

Xiao Zhan  apretó los labios, negando con la cabeza cuando sus comisuras se elevaron y desvió la mirada de la contraria. Wang Yibo estaba precioso, y puso sus manos al fuego a que había estado asistiendo al gimnasio pues, sus brazos descubiertos se veían mucho más musculosos. De inmediato, evitó el jadeo deseoso que su garganta quiso abandonar, y tratando de controlar sus ganas de coger la cabeza del castaño y estamparle un beso, exhaló con una profusa fuerza.

— Hola, Yibo — murmuró, minutos después. Sus pestañas revoloteando sobre las mejillas calientes, y su rojo labio inferior siendo presionado una vez más por los blancos dientes.

Aquella escasa conversación fue suficiente para que ambos cuerpos deseasen enredarse juntos, recuperando todo el tiempo perdido y reencontrándose de una fabulosa manera, después de cuatro lacerantes meses a una distancia excesiva (al parecer de ellos). Wang Yibo sonreía con efusividad, echando miradas desprevenidas hacia el precioso hombre que ocupaba el puesto trasero, y éste mismo sonreía inadvertidamente ante los coquetos vistazos.

Ellos, después de meditarlo por algunas semanas, llegaron a un acuerdo. Tuvieron un grandioso plan.

Por supuesto, dicho plan requería de muchos esfuerzos, y también, de una 

inimaginable fuerza de voluntad. Necesitaban valentía para enfrentarse a sus familias y decirles adiós; sin embargo, luego de despedidas pesarosas, ellos cumplieron su cometido.

Se irían de la ciudad. Lejos, donde pudieran ser felices sin ser jodidamente juzgados. Donde nadie los vinculara más que como una exitosa pareja.

Donde nadie supiera que compartían una porción de la misma sangre.

𝑫𝒐𝒏'𝒕 𝒕𝒆𝒍𝒍 𝒐𝒖𝒓 𝑴𝒐𝒕𝒉𝒆𝒓𝒔 [𝒀𝒊𝒛𝒉𝒂𝒏]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora