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El mediodía permanecía por completo agradable. Después de culminar el entierro, Xiao Zhan avisó a su madre que él regresaría a casa mientras ella despedía a las personas, junto con su padre y tía.

Él realmente tenía la esperanza de poder tener un día más o menos tranquilo, o aunque fuera, lleno de paz después de ello. Había pasado la velada entera por completo sumergido en su mente, sin tener muy claro qué pensar con respecto a lo que había sucedido aquella madrugada con su primo. Wang Yibo se la pasó el rato entero observándolo, de vez en cuando, regalándole esporádicas sonrisas, y aquello no resultaba ser más que estresante para 

el pelinegro  pues, le molestaba el que no tuviera ni un poco de interés con respecto a la muerte de su abuelo. O al menos, no dejaba notarla.

De igual manera, cuando Xiao Zhan avisó que regresaría a casa, Wang Yibo se le pegó del zapato como si fuera un chicle, y aunque lo que más hubiera deseado era estar lejos de su primo, el castaño no se lo estaba permitiendo. Xiao sabía de antemano que aquello no resultaba ser más que a propósito, pero estaba consiguiendo salir de quicio más pronto de lo estipulado. No soportaba a Wang Yibo, de alguna manera. O mejor dicho, no soportaba el encontrarlo tan ridículamente hermoso.

Después de haber tomado una ducha esa mañana, Xiao Zhan pudo sentir el arrepentimiento meterse bajo sus venas, pero todo realmente empeoró cuando observó el rostro de su madre; y también el de Sulen. Se sentía malditamente asqueroso, y no sólo por haber tenido sexo con ellas en casa sino que, obviamente, el que se la había metido no había sido más que su primo.

Cuando ellos arribaron en la casa, Xiao Zhan estaba dispuesto a buscar algo de comida y encerrarse en su habitación, lo más alejado del castaño que pudiese, y aunque estaba irremediablemente enojado con Wang Yibo y deseaba hablarle, no quería hacerlo en aquel momento. Todo pareció empeorar cuando los pasos de Wang Yibo siguieron al  de ojos negros 

dentro de la cocina, y al momento en que Xiao Zhan abrió la nevera para sacar los condimentos y prepararse un sándwich, escuchó como Wang rodó una silla de la pequeña mesa en el centro y pocos segundos después, se dejó reposar en ella.

Xiao miró por encima de su hombro, intentando no gritarle que se largara de su vista y lo dejase en paz. En lugar de eso, tomó varias respiraciones profundas, buscando apaciguar su reciente y tormentosa cólera. Él de verdad no deseaba explotar en aquel momento.

— ¿Me darás a mí? — Cuestionó el castaño, una sonrisa paseándose por su rostro cuando cruzó sus piernas. Percibió a lo lejos como el cuerpo de Xiao se quedó 

rígido, y mordió el interior de su mejilla al pasar sus ojos por absolutamente toda su anatomía— . Digo..., un sándwich. Tengo un poco de hambre.

— Tienes manos — respondió bajo, casi creyendo que su primo no alcanzaría a escuchar. Wang Yibo soltó una risilla, y dejando las cosas que hacía, Xiao Zhan se volteó. Su entrecejo por completo fruncido— . ¿Qué es lo que pasa contigo?

Tras un arrebato de valentía, decidió que no podría soportarlo más. Y que debía encararlo lo más pronto posible porque, por supuesto, aquello no podía quedarse simplemente de la manera en que estaba. Wang Yibo merecía una reprenda, y él se la daría.

— Se un poco más específico, Zhan — utilizando el apodo que solía decirle de niños, admiró como el otro mordió su labio con enojo. Y deleitándose con la visión, estuvo de acuerdo con que Xiao Zhan era ridículamente más sexy enfadado.

— Maldición, Wang Yibo. Deja de jugar conmigo y hacerte el estúpido, sé que entiendes muy bien lo que quiero decirte — acusó, elevando su voz y su dedo, justo en dirección al ojicafé— . Te aprovechaste de mí, lo hiciste. Y lo que parece más sorprendente es que te da igual.

𝑫𝒐𝒏'𝒕 𝒕𝒆𝒍𝒍 𝒐𝒖𝒓 𝑴𝒐𝒕𝒉𝒆𝒓𝒔 [𝒀𝒊𝒛𝒉𝒂𝒏]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora