Capítulo 10

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"No importa cuánto tarde, el amor termina llegando"

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"No importa cuánto tarde, el amor termina llegando"

— ¿Insuficiencia cardíaca? ¿C-cómo?

Prometí no hacer un alboroto, pero la preocupación y la tristeza amenazan con inundar mi cabeza. Winnie sale de la habitación, pasándose una y otra vez entre las piernas de Jack, quién la acaricia con una leve sonrisa.

— ¿Sabes lo que es, Elsa? —. Pregunta sin mirarme. Tiene la vista concentrada en Winnie que no deja de girar sobre su panza.

— No, la verdad no. Pero, me gustaría aprender.

Lo miro con detenimiento, las comisuras de sus labios luchan con subir un poco. Jack, relaja la cara volviéndome a mirar y siento que me pierdo cuando soy la causa de toda su concentración.

— Cuándo era más joven, no sé, 16 años. Empecé a presentar condiciones no normales para un adolescente. No podía permanecer mucho tiempo bajo el sol, las clases de física en la secundaria eran una tortura y prácticamente mi adolescencia se basaba en tres lugares: La escuela, el hospital y mi hogar.

>> No sabía que diablos me pasaba hasta que los estudios médicos empezaron a aparecer. Insuficiencia cardíaca, me acuerdo haber soltado una carcajada cuando me lo diagnosticaron en el hospital. No es una enfermedad común en jóvenes, era demasiado baja la probabilidad que alguien como yo tuviera esa condición, pero, bueno, con el historial médico de mi familia, lo que afirmaba ser imposible, comenzó a tener mucho más sentido. Mis asistencias a la escuela fueron limitadas también, algunos creían que yo ya no existía en este mundo, que, una mañana tras la puerta de mi casa aparecieron muchas cartas y flores de consolación, quizás a mi familia les pareció un detalle cruel, a mi, un detalle que hacía ver que yo importaba, realmente importaba.

Observo a Jack con la cabeza cabizbaja, aunque él trate de explicarme con leves intentos de comedia. Sé muy bien que le duele, le duele contarme. El sólo notar cómo sus hombros bajan y suben por la respiración agitada o cómo sus ojos tratan de concentrarse solo en mi a pesar de nuestro alrededor, me lo confirma. Y me lastima verlo así como no tienen idea.

— En fin, no morí como los médicos pensaban. Eso, eso era un maldito alivio.—. Suelta entre risas amargas —. Entré en tratamiento y algunas condiciones fueron mejorando con el tiempo, terminé la secundaria, hice obras sociales, terminé mis estudios; todo iba genial. Hasta que mis padres comenzaron a preguntarme sobre la universidad, no tenía ni idea y quizás nunca la tuve, pero, de algo estaba seguro. Quería ayudar a las personas, quería ayudar como a mi me habían ayudado, ¿estúpido?, talves, pero a esa edad la decisión ya estaba tomada y realmente no me importaba pasar casi ocho años estudiando, era eso, o irme a un internado en Europa que siguiera vigilando mi condición.

— Ser doctor ha sido la mejor decisión que has hecho. —. Me atrevo a comentar.

— No, la mejor decisión que he hice fue haberme mudado a New York. —. Sostiene con una leve sonrisa. —. No tenía idea de lo que iba hacer aquí. Digo, ya tenía un empleo en Washington que aceptaba mi condición, no me veían como un estorbo que bien podía confundirse fácilmente en la sala de pacientes. Pero, no sé, creo que esa comodidad empezaba a fastidiarme, además, una vez mi padre murió, no volví a ver a la ciudad o al hospital de la misma manera.

Tardes de invierno ©  (CANCELADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora