28 de Marzo de 1974
-Tienes unos ojos preciosos.-
-Buen intento.- Contestó Remus, tras el recurrente cumplido de un joven Sirius.
-Es cierto. Los ojos más bonitos que he visto en toda mi vida.
Era una apacible tarde de primavera, y los dos gryffindors se encontraban tumbados sobre las flores silvestres. Fue entonces cuando Sirius arrancó una, una amarilla, se la tendió a remus y le dijo:
-Toma, para ti.
-¿Es en serio? Acabas de arrancar una flor, Sirius. Eso está realmente feo.- Respondió Remus, en un intento de fingir desaprobación.
-¿Sabes cuántas tías buenas reclaman mi compañía, Lunático?- Son demasiadas para contarlas.
El más alto de los dos rodó los ojos irónicamente, tratando de ocultar el temor que le causaron aquellas palabras.
Pero parece ser que Sirius se percató de la desconfianza de Remus, por lo que este le acarició la mejilla suavemente, terminando en la punta de su barbilla, y de esta manera acariciando también sus cicatrices.
-Ey. Ey. ¿Sabes que me vuelves loco, ¿verdad?
-Eso me han dicho.
Sin poder resistirse más, Sirius besó los labios de Remus. Fue un beso tan apasionado como dulce, tan inocente como intenso.
-Te amo.
-Y yo a ti, Canuto. Y yo a ti.
Tras esa declaración, los segundos se volvieron minutos, y los minutos horas. Y sin darse cuenta, los jóvenes habían anochecido bajo un cielo que parecía ser el único testigo de su amor.
Sin embargo, nada dura para siempre y desde luego nadie estaba tan aterrorizado como Remus Lupin aquella noche cuando vio salir de entre las nubes una enorme esfera blanca. Una esfera que muchos conocían como luna, pero que él conocía más bien como una enemiga. La luna formaba una perfecta circunferencia, y Lupin sabía lo que aquello significaba. Se iba a transformar.
Remus comenzó a temblar y a hiperventilar delante de un Sirius que mascullaba: mierda, mierda, mierda.
El licántropo comenzó a levantarse con esfuerzo, sin parar de temblar. De un momento a otro, su considerada altura corriente empezó a aumentar a una descomunal, dos metros y medio, al menos. Pero la cosa no quedó, ahí, sino que empezó también a aumentar su masa muscular. Cada vez tenía las extremidades más largas y fuertes, a pesar de mantener su delgada complexión. A una velocidad sorprendente, comenzó a crecer una gran mata de pelo grisácea en la espalda de Remus, Esta no tardó en extenderse por todo el cuerpo, al mismo tiempo que su cabeza humana se transformaba en una propia de un lobo. Pero, no fue hasta que sus preciosos ojos verdes se transformaron en dos esferas completamente negras, cuando Sirius se dio cuenta de que aquella criatura no era su Remus. Era otro ser totalmente distinto. Un ser sediento de sangre.
-Remus, Remus vamos.-Dijo este, sin apartar las dos manos de la cabeza de Lupin. -Remus mírame.
Pero Remus no le miraba. Tampoco le hablaba. Tan solo emitía feroces gemidos sin apartar su vista de la luna. Pasaron unos segundos, cuando, por fin se cruzaron las miradas de dos seres que, hace apenas unas horas, habían abierto su corazón al otro. Pero eso no duró apenas una milésima de segundo, cuando Lupin se abalanzó contra Black. Sirius ahogó un grito mientras que el lobo permanecía encima suya.
-¡Remus!- ¡Remus, escúchame!- Exclamó Sirius.
Pero Remus no escuchaba, ni siquiera pensaba.
Al cabo de unos minutos, y haciendo un esfuerzo sobrehumano, Sirius logró escapar de las garras de Lupin, y reunió las escasas energías que le quedaban para transformarse. Y, del esbelto jóven de ojos claros, surgió un perro de gran tamaño para su especie, al que podían confundir fácilmente con un lobo.
En cuanto el licántropo divisó su nueva amenaza, lanzó un largo y potente aullido, capaz de helar la piel a cualquiera. Acto seguido, al menos una docena de lobos se apareció detrás de él.
"Mierda", pensó Sirius de nuevo.
Comenzó a retroceder lentamente, lo que resultó inútil ya que a cada paso que el perro retrocedía los lobos se encontraban más y más cerca. Antes de poder reaccionar, Remus aulló de nuevo y ahí fue cuando se desató el caos.
Todos los lobos corrían en la misma dirección: hacia Black.
Algunos comenzaron a morderle las patas, lo cual dejaría unas heridas muy feas. Otros optaron por agarrarle del lomo y arrastrarle por toda la ladera. Sirius luchó, y luchó pero todos sus esfuerzos (que no fueron pocos) resultaron en vano. Estaba al borde de la muerte. Tendido en el suelo, los lobos que le rodeaban hicieron un gran hueco para Remus, quién miró a Sirius de arriba a abajo como a un extraño.
No se sabe muy bien que fue. Tal vez la poca humanidad que el licántropo conservaba de su forma humana, o tal vez ese vínculo que les unía. Pero de repente, Remus se compadeció del pobre Sirius, al que él mismo había ordenado destrozar. Observó las heridas de este, sus magulladuras y sus golpes, y algo dentro de él se partió en dos. Uno de los lobos, giró la cabeza hacia un lado, esperando la señal de su superior para rematar al perro. Sin embargo, este negó con la cabeza. Los lobos, furiosos por su reacción, comenzaron a patear y golpear a la víctima, mientras esta gemía y ladraba sin cesar.
Lupin, aún más furioso debido a la desobediencia de su séquito, se abalanzó contra este. Con su afilada y gran mandíbula, agarró a todos y cada uno de los lobos del lomo, y los estrelló contra el suelo dejándolos a varios metros de distancia. El cielo se iba aclarando lentamente, mientras que Remus iba recuperando poco a poco su forma humana. Cuando por fin volvió en sí y se encontró semidesnudo y malherido, dedujo rápidamente lo que había pasado.
ESTÁS LEYENDO
REUS LACRIMIS MEIS (WOLFSTAR)
FanfictionUn Remus, agotado y abatido tras el asesinato de sus mejores amigos y la posible traición cometida por el amor de su vida, establece una última conversación con este último. Una historia repleta de flashbacks que te dejarán con el deseo de seguir l...