¿Qué diablos ha pasado?

100 11 0
                                    


Los cuerpos inconscientes de poco más de una docena de lobos rodeaban el prado, y el cielo se teñía de todos los tonos rosados y anaranjados. Y a apenas dos metros de él, se encontraba un gran perro, negro como la noche, inconsciente también y lleno de magulladuras. Al principio, Remus se mostró confuso, hasta que cayó en la cuenta de quién era aquel perro. Y se odió a sí mismo en el instante en el que lo supo.

Se acercó, poco a poco a él y observó su cuidado pelaje, ahora manchado de sangre. Y, de pronto, de ese gran perro surgió un hermoso joven de ojos claros y oscura melena. No obstante, seguía inconsciente. 

Remus se dispuso a abrir la boca, pero no fue necesario ya que el joven despertó antes de su intervención. 

-¿Remus? Oh, madre mía Remus, ¿estás bien?-Preguntó Sirius, al recordar lo ocurrido.

Pero Remus no respondió. Tan solo se limitó a decir:

-Lo siento.-Y así sin más, se puso en marcha, con intención de abandonar aquel prado.

-¡No!- Gritó Sirius, enfurecido.-No Remus, no creas que te vas a ir después de todo lo que hemos pasado esta noche. 

Remus detuvo el paso y se giró hacia Sirius

-¿Qué ha pasado?- ¿Qué he hecho?- Preguntó Remus. Sus ojos no solo reflejaban lágrimas, también mostraban temor, e incluso algo de vergüenza. 

Eso pareció romper el corazón de Sirius, que avanzó lentamente hacia él, agarró su cabeza con dulzura mientras se la llevaba al pecho. Mientras sus cuerpos permanecían junto al otro, Sirius se percató de la gran herida que tenía Remus en el torso, que llegaba de un extremo de pecho al otro y sangraba de gravedad. 

-Mierda, Remus. Estás sangrando.- Exclamó Sirius, con preocupación. Sin embargo, la actitud de Remus se mostraba hierática. -Hay que llevarte a Madame Pomfrey, me trae sin cuidado si quieres o no. 

-No puedo dejar que nadie me vea en este estado.- Dijo Remus. Y entonces Sirius se dio cuenta de lo mal que estaba. 

Su uniforme estaba hecho añicos, dejando su pecho al descubierto. Estaba repleto de heridas y arañazos, y las ojeras eran inmensas con respecto a los ojos. 

-Dame la mano.

Remus le dio la mano con confianza, y así sin más, desaparecieron del lugar sin dejar rastro. 

REUS LACRIMIS MEIS (WOLFSTAR)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora